miércoles, 26 de junio de 2019

LA RENUNCIA A PENSAR


Un artículo clarividente de Antón Costas en lavanguardia (1) analiza las razones últimas del acoso plagado de malas formas a Ada Colau por parte del independentismo militante, en aquel recorrido institucional a pie entre la alcaldía y el Palau de la Generalitat. “Miedo a pensar”, diagnostica el articulista.

Al parecer, el cerco intransigente a Colau prosigue sin descanso y trufado de chocarrerías a través, por ejemplo, del programa “Polònia”. Lo sé por una crítica de Ferran Monegal; hace años que no veo “Polònia”, más o menos desde que Toni Soler abandonó definitivamente el oficio de bufón de la corte por el de tiralevitas. Hay notables diferencias entre ambos oficios. El bufón ejerce sin miedo el ejercicio arriesgado de pensar por cuenta propia, y castigat ridendo mores, castiga entre risas las costumbres. El tiralevitas renuncia a todo riesgo (por consiguiente, también a pensar) y, estómago agradecido, satisface a su empleador haciendo juegos malabares inocuos con las palabras de la tribu.

La fobia a Colau tiene raíces clásicas: matar al mensajero, sacrificar el chivo expiatorio, culpar a los elementos incontrolables del fracaso de nuestras armadas invencibles. “De no ser por la traición de Colau, ahora seríamos independientes”, es la sugerencia oculta en la irritación permanente de un estado mayor abiertamente dividido que anuncia que “ho tornarem a fer”, pero solo se refiere a colgar lazos amarillos de los balcones de las instituciones. Y no llama a Colau “meuca, bandarra, guineu”, sino que utiliza los términos equivalentes homologados en esa lengua opresora de a saber cuántas libertades.

Miedo a pensar equivale a la renuncia a buscar soluciones, que es la recomendación aconsejada con insistencia por los manuales de autoayuda cuando alguien tiene un problema. Miedo a pensar es la negativa a la posibilidad misma de encontrar cualquier solución. Se soba, se retuerce y se manipula el problema como si fuera un juguete, se trampea con los números y los consensos, y se acaba con un rechazo de plano también a la existencia del problema.

Nada, que no hay manera.

Elisenda Paluzie, la combativa presidenta de la ANC, está confeccionando un censo de empresas catalanas traidoras, con las que los clientes patriotas deben cortar toda relación. El censo tenderá a crecer de forma interminable; su confección es un paso más hacia la asfixia voluntaria de una sociedad cerrada en sí misma, solipsista, endogámica y totalitaria. Una recreación de la aldea gala irreductible a las legiones de César, pero con druidas ineficaces y sin poción mágica.