Imagen idealizada del hermano
menos listo de Sherlock Holmes empeñado en la investigación del conocido como “pavoroso
caso de los Comuns”.
El día después de
que el hermano menos listo de Sherlock Holmes diera por concluidas las
negociaciones con Ada Colau dirigidas a que esta se rindiera sin condiciones a la
Barcelona cap i casal del procesismo,
manos anónimas mancharon de amarillo la puerta de la sede de los Comuns y
dibujaron en la acera lazos amarillos simétricamente dispuestos.
Algo parecido había
sucedido antes con la puerta de la sede de CCOO, cuando el sindicato rehusó
adherirse a la convocatoria de una llamada "huelga de país", promovida sobre todo por la patronal. En aquel caso hubo también
huevos rotos. Se trata de represalias de baja intensidad tomadas para animar a
los primos hermanos indecisos (a los que “no se mojan”) a cerrar de una vez los
ojos y dejarse caer confiadamente en el vacío.
Las represalias de
baja intensidad se ejecutan desde el sobreentendido de que la intensidad podría
crecer más adelante, como en la cantinela del “Som gent pacífica, no ens agrada
cridar”, que acaba a voz en cuello.
No es ese el dato
peor, sino una forma de entender la democracia en el sentido de que quien no se
comporta como “nosotros” queremos que se comporte, debe automáticamente saber
que su conducta tendrá consecuencias.
Dicho de otro modo,
“democracia” sin convivencia pacífica. “Democracia” impuesta. Pactos obtenidos
por la fuerza de las personas y no por la fuerza de las cosas.
Sigue pensándose
que Esquerra representa un mal menor en relación con los alumbrados de
Waterloo. Es una mera inercia a partir de análisis que han perdido actualidad.
Se tiende a pensar en el santón Junqueras, predicando paz y buena voluntad
desde la prisión que todos (también los que “no nos mojamos”) lamentamos
pública y profusamente.
Nadie se refiere en
cambio a la implacable cruzada de Ernest Maragall contra los socialistas, emulando
a Groucho Marx, que se negaba a pertenecer a un club con un nivel de admisión
tan bajo que lo aceptara a él como socio. Maragall fue, en su etapa socialista,
conseller de Ensenyament, y desde ese puesto coordinó los recortes más
profundos a la escuela pública catalana de todo el Estado español, solo
comparables a la privatización neoliberal de la sanidad también catalana llevada
a cabo por Boi Ruiz, actual vicepresidente de la Fundación Humans, dirigida a
la promoción de una atención sociosanitaria basada en el humanismo. ¿Son ellos
los pilotos adecuados para guiar la navegación hacia la República soñada? ¿De
ellos hemos de recibir lecciones de progresismo, y ser desdeñosamente tratados
de botiflers?
A todo lo cual cabe
añadir el reciente fichaje para ERC de Elisenda Alamany y Joan Josep Nuet, los
cuales, por no mencionar a Jordi Salvador i Duch que acaba de firmar en “Público”
un artículo de opinión particularmente infame (“¿De qué lado estáis, Podemos y confluencias?”), han dirigido sus
esfuerzos a reventar los Comuns con la intención de uncir después los despojos a
su carro.
No estoy seguro aún
de que no vayan a conseguirlo, pero sí lo estoy de que: 1) se trata de la
operación política de más baja estofa que hemos vivido en Cataluña desde los
lejanos tiempos en los que aún no había empezado a funcionar la Coordinadora de
Fuerzas Políticas contra el franquismo; y 2) que los beneficiarios de dicha
operación no serán quienes la promueven sino otras fuerzas interesadas en la
quiebra de Cataluña como realidad política diferente.