miércoles, 15 de enero de 2020

AUTONOMÍA SIN PARTICIPACIÓN



Giuseppe Di Vittorio. Es de urgente reconsideración a todos los efectos la definición que dio del sindicato el líder y maestro italiano.


En el nuevo gobierno progresista de España, no hay ningún perfil ministerial procedente del área del sindicalismo ampliamente entendido.

No tenía por qué haberlo, muy cierto. No lo ha habido desde hace bastantes años, aunque en tiempos fue costumbre en los gobiernos del PSOE incluir a un cuadro dirigente de la UGT, bien fuera para un barrido o para un fregado, como sucedió en el caso del ministro Corcuera.

No ha llamado la atención la ausencia de expertos o expertas procedentes de esta área de la actividad política.

¿Política? ¿Desde cuándo el sindicato hace política?, se me dirá desde diferentes puntos de la rosa de los vientos. Insisto: política. El sindicato hace política todos los días; hace política sin querer incluso, igual que el burgués de Molière hablaba en prosa sin saberlo.

No estoy reivindicando nada, aclaro; solo reflexiono sobre un pormenor que no ha llamado la atención de nadie.

Habría llamado la atención lo contrario, dado que la tendencia es seleccionar las ministras y los ministros dentro del ámbito del alto funcionariado, validados por unas oposiciones y unos títulos y másteres universitarios que todas/todos se apresuran a exhibir, y si no los tienen, a inventar.

El sindicalismo no responde a ese preciso perfil meritocrático. Responde más bien a una determinada esfera de actuación de la ciudadanía en el terreno social, en la que la política propiamente dicha ha acabado por no interferir, reconociéndole una autonomía que de otro lado fue duramente disputada y conquistada en su momento.

La contrapartida de esa autonomía, sin embargo, ha sido la privación de la política. “De acuerdo, no pisaré tu terreno, pero tú tampoco vas a entrar en el mío.”

¿Tiene alguna razón de ser esa separación de territorios tan marcada? ¿Es funcional, se adecua a alguna división concertada entre sujetos políticos para cubrir mejor y de forma más organizada las tareas comunes?

Me temo que no. Se ha roto la correa de transmisión que existió bajo un paradigma distinto entre el partido político de masas y el sindicato que se encargaba de la presión desde abajo; pero lo que ha quedado después es la incomunicación entre los dos territorios. No se da una sinergia útil, sino una dispersión de esfuerzos que deja más desprotegida a la base social.

Según una definición de Giuseppe Di Vittorio, el líder de la primera CGIL, el sindicato «no es solo un sujeto social sino político, libre, autónomo, democrático, no único ni obligatorio, y sobre todo unitario, ya que la unidad sindical es un valor en sí mismo, e incluso un modo de analizar la realidad.» (1)

Las instituciones no son inmutables, no navegan como grandes paquebotes por el mar de la historia o de las historias. Cambian. El Estado, el partido político, la comunidad internacional, la economía, la empresa, el sindicato, la política…, todas esas realidades no tienen un significado unívoco, al hablar de ellas no se está hablando siempre de lo mismo.

Hoy la vocación política del sindicato debe encontrar formas de expresión, de participación y de cooperación con las instituciones y con los movimientos, que no han sido conocidas ni previstas en épocas anteriores.

Solo la inclusión de la “anomalía” sindical en un contexto político y económico que desprecia el trabajo subordinado como no significativo y de algún modo insignificante para el “progreso” del concierto de las naciones, permitirá vislumbrar primero, y alcanzar después, soluciones equitativas y sostenibles para nuestro mundo globalizado.


(1) Cito a Iginio Ariemma, en un texto que tiene hoy resonancias “retro” o “vintage”, por las personalidades a que se refiere, pero también una actualidad y una urgencia apremiantes. Se trata de Foa, Trentin y el socialismo libertario, en el volumen “Vittorio Foa e le trasformazioni della società italiana”, Ediesse 2011.