Entrevistas en la Contigüidad del Cosmos
Reservado del restaurante La
Contigüidad del Cosmos, de Poldemarx. Rosita, la patrona, ha procurado darle un
aire versallesco dentro de la modestia de las estructuras.
─Se me ha
interpretado mal ─me dijo Isabel Díaz Ayuso ─. Esto es confidencial, of de
récord. No lo corras por ahí, pero si lo haces circular me haces un favor. A mí
los tuiteros me la sudan.
Estábamos solos en el
reservado de la Contigüidad del Cosmos de Poldemarx, un espacio íntimo adecuado
para un tête à tête. Yo había querido
entrevistarla en exclusiva para mi blog, y ella no estaba dispuesta de ninguna
manera a hacer semejante cosa si no era como excepción, con el fin exclusivo de
aclarar ante la opinión pública algunos puntos que por otra parte no tenía la
menor intención de aclarar ante la opinión pública. Como yo estoy temporalmente
en Egáleo y ella no quiere moverse de Madrid para no dejar de respirar esa
contaminación tan bonita y tan entrañable, le propuse almorzar juntos en La
Contigüidad aprovechando su situación privilegiada, ubicada como está en una
anfractuosidad del espacio-tiempo que quiebra la textura, lisa por lo general, de
las cuatro dimensiones de nuestro mundo, de modo que es posible acceder y salir
de ella a voluntad desde cualquier punto aleatorio de la esfera.
─Ni hablar del
peluquín ─dijo Isabel─. Esas cosas tan raras que me explicas me dan mucho yuyu.
Pero se presentó de
todos modos. Eligió en la carta de Rosita el tartar de bogavante marinado al
zumo de pomelo, y yo me apunté a mi habitual cazuela de arroz con conejo. Para
beber ella pidió una cocacola.
─¿De veras vas a
beber eso? ─le pregunté, incrédulo.
─Es por patriotismo
─me explicó─. Coca Cola Inc. ha hecho mucho por España.
Rosita mandó a
alguien a comprar una lata en el supermercado del pueblo, porque no disponía de
existencias en el establecimiento.
Después de los
prolegómenos pregunté a la lideresa madrileña si de verdad pensaba que el
ambiente contaminado no mata a nadie, y es cuando me explicó que se le ha interpretado mal.
─Yo quise decir que
no ha matado a nadie importante. De sobra
sé, porque no soy tonta, que mata a gente, pero es gente que no cuenta, no sale
en la suma. Lo vas a entender con un ejemplo. Decía en un periódico que en un
accidente de aviación habían muerto 159 personas y cinco tripulantes. ¿Lo entiendes? Una cosa son las personas, y otra el
personal de servicio. Si el personal de servicio desaparece, sea por accidente
o por la contaminación, se lo reemplaza. Pero lo importante son las personas,
¿vale?
─Quieres decir que
aún hay clases, y que solo una clase es importante de verdad. Por ejemplo,
cuando tu jefe…
─Yo no tengo ningún
jefe ─me cortó.
─Entonces, ¿qué es
Pablo Casado?
─Un gran amigo, y
una persona inteligente de verdad, no como yo, que soy gramsciana.
─¿Cómo, gramsciana?
─Sí, en lo de la
inteligencia soy pésima, pero en cambio soy muy voluntariosa. Igualito que
Gramsci. Sigue con lo que decías.
Me costó algunos
segundos y un par de bocados de arroz regados con vino de albondón reordenar
mis ideas. Maribel no había probado aún su bogavante, y tampoco la cocacola.
─Decía que cuando
Pablo Casado afirma que España es lo único importante, lo que quiere decir es
que lo único importante es la España que a él le importa, la de la gente que
cuenta.
─No te vayas por
las ramas. Eso es demasiado profundo para mí.
─Si es profundo,
será que me estoy yendo por las raíces, no por las ramas.
─Explícame eso.
─Las raíces están
enterradas, las ramas están en contacto con el aire.
─Ya lo sabía. ¿Y
qué?
Mi entrevista estaba
resultando un fracaso sin paliativos. Intenté cambiar de tercio.
─¿No comes nada?
─le dije ─. Ese tartar tiene buen aspecto.
─Aborrezco el zumo
de pomelo, y la cocacola me da náuseas.
─Entonces, ¿por qué
lo has pedido?
─Y tú, ¿por qué no
paras de meterte donde no te importa?
Renuncié a
continuar y pedí la cuenta. Rosita me la puso delante con un mohín de
desaprobación que quería decir “vaya ganado me traes por aquí”.