Mariano Benlliure, “Suerte de
varas”, acuarela.
En el planeta de
los toros, a eso se le llama crecerse al castigo. Una vez que el astado se ha
abalanzado contra el bulto del caballo protegido por un peto, y ha recibido a
cambio el picotazo correspondiente del varilarguero, puede achantarse, actitud
comprensible pero que recibe el abucheo unánime del tendido de sol, o bien “crecerse”,
o sea insistir con más fuerza para acabar de una vez con el enemigo insidioso.
Algunos políticos
se comportan como los toros de lidia: embisten a bulto, pretenden hacer el
vacío a su alrededor, y la ofensa calculada de la vara o el rehilete les pone
fuera de sí.
En la llamada
fiesta nacional, esa reacción es comprensible. El toro ha sido encerrado en el
redondel sin invitación previa, sin comerlo ni beberlo, y es hostigado sin
motivo aparente de mil maneras, convocado al engaño una y otra vez, y conducido
sin tregua hasta la llamada suerte suprema. No se le da otra alternativa, TINA.
Muy distinto es el
caso de la política. Quienes se crecen al castigo y afirman que “volverán a
hacerlo”, han elegido previamente entre varias opciones una senda determinada
para alcanzar sus objetivos. La elección de una práctica política determinada no
es neutral ni indiferente al medio social, tiene siempre consecuencias de
distintos órdenes, uno de ellos el judicial. Todo el mundo debe ser consciente
de que la capacidad de elegir, o de decidir como es más común llamarla ahora
mismo, impone una responsabilidad precisa para quien la utiliza. Quien acepta
obrar de una manera determinada, no puede rechazar en cambio las consecuencias
de esa manera de obrar, si no le gustan. El “no había para tanto” se compagina
mal con el “volveremos a hacerlo”.
Muy distinto es el
caso de una versión del “volveremos a hacerlo” que aparece, sin conexión ni
comparación posible con las aventuras catalanas (quede eso muy claro), en las portadas
recientes de la prensa diaria. La cuenta oficial de Vox en Twitter (que tiene,
según algún medio, hasta 380.000 abonados) ha sido cerrada, por incitación al
odio. Vox acusó sin fundamento al PSOE de promover la pederastia en las aulas. Una
barbaridad, con el único atenuante de que es una barbaridad dicha por Vox, y la
vara de medir las barbaridades de Vox se está quedando corta desde todos los
ángulos posibles: en altura, anchura y espesor.
Entonces, Vox ha
reaccionado afirmando que “volverá a hacerlo”. Vox tiene esa característica
particular: cada una de sus declaraciones es una amenaza. Cultiva el odio
refinado, y dinamita la convivencia. Su objetivo no es gobernar, sino destruir el
patrimonio común en nombre del darwinismo social.