Xosé Manuel Beiras,
patriarca de la izquierda gallega y fundador del BNG, se declara escéptico ante
el nuevo gobierno y advierte: este es un gobierno progresista, pero no de
izquierda.
Tomamos nota.
Beiras habrá de
explicarnos sin embargo, de forma complementaria a su estupenda declaración,
dónde está la oficina que expide certificados de izquierda ─o alternativamente,
de progreso─ a los sucesivos gobiernos de la nación. En estos asuntos vale más
ir sobre seguro para evitar fraudes y malentendidos. Carecemos de una
protección adecuada al consumidor sobre cuál es el gobierno que de verdad deseamos
implantar a través de nuestro voto: el auténtico gobierno de izquierda “pata
negra”, desconfíe de las imitaciones.
Mientras nos llega
la certificación oportuna del organismo oficial competente, o se nos suministra
la prueba del algodón sobre la cuestión de si el actual gobierno al que hemos
llegado por falta de otro es efectivamente de izquierda y progresista, o bien
una mera imitación en plastilina, convendría no perder de vista el panorama
político globalmente considerado. Por desgracia hay muchos “cuñaos” por el
camino que nos susurran al oído que todo esto es fanfarria: “se larga mucho por
la boca, y luego no se hace nada”.
Si escuchamos
demasiado a nuestros entrañables “cuñaos” de izquierda, será más posible que, en
efecto, no se haga nada. Conviene que la postura de la ciudadanía ante el nuevo
gobierno sea laica, pero no inerte. Hay que apoyar lo que merezca ser apoyado,
y en primer lugar el programa, que plasma el proyecto concreto del gobierno
progresista en las distintas áreas de actuación.
Pero la ciudadanía
no puede ser mera espectadora de esa contienda “paradeportiva” entre la
izquierda y la derecha, entre el progreso social y el pin parental. No estamos sentados
en la gradería de un estadio, animando a nuestros colores con cánticos y
banderas. Sentarse en la grada a ver discurrir las contradicciones de la
política no es una actitud ni de izquierda ni progresista. Cualquiera que
sienta la vocación de cambio y de progreso en una dirección de izquierda, debe sentirse
además llamado a la participación y a la movilización. Si no es el caso, cabe
concluir que está practicando una forma de cuñadismo de izquierda.
Otra cosa distinta
es dilucidar si el cuñadismo de izquierda es realmente una postura de izquierda
fetén, o una mera simulación; si no se trata, para expresarlo de una forma
canónica, de una forma de largar mucho por la boca para luego no hacer nada.
Podría ser.
El tema debería ser
debatido en profundidad en un simposio o un congreso al que tuvieran acceso las
izquierdas legitimadas por la oficina a la que se ha aludido en un párrafo
anterior, y que vaya usted a saber dónde está ubicada.
Hay un
inconveniente en ese plan seguro para la delimitación efectiva e infalible de
qué es la izquierda y qué es el progresismo en una coyuntura como la que
actualmente vivimos. Y es que podría sucedernos lo mismo que a las liebres de
la fábula que debatían si los lebreles (la “jauría”, para expresarlo con un
término que ofende a doña Cayetana Álvarez de Toledo) que las perseguían de
cerca eran galgos o podencos.
Por sí o por no,
les recomiendo apuntarse preventivamente al grupo de seguimiento del programa
de gobierno impulsado en facebook por Isidor Boix y José Luis López Bulla.