Aina Vidal, en el centro de la
imagen, homenajeada en la sede del parlamento (fotografía publicada en El
Periódico de Cataluña). Aina ha sido, de otro lado, víctima de las burletas de la caverna mediática
por el hecho de acudir a ejercer su deber cívico de representación, a pesar de
muy importantes hándicaps personales.
Se anunció que
Pedro Sánchez nombraría de inmediato su gabinete y que la primera reunión del
mismo tendría lugar el viernes. Era lo que parecía corresponder, en función de
una idea general de apresurarse a recuperar el demasiado tiempo perdido. Sin
embargo, ha habido frenazo en la dinámica de los nombramientos. La razón podría
estar, según algunas fuentes, en la necesidad de “blindar” los tales
nombramientos con currículos libres de toda sospecha, dado que la Brunete
mediática no va a dar ni cien días ni tan siquiera cien segundos en las tareas
de acoso y derribo del nuevo gobierno, “ilegítimo” desde las coordenadas correspondientes
a la España eterna, aunque sea irreprochable según las normas reconocidas de la
democracia terrenal.
Paciencia, pues. Todo
se andará, siempre que en efecto merezca ser andado. Mientras tanto, el ministerio
del Interior ha decidido poner escolta a Tomás Guitarte, diputado por Teruel
existe, dadas la cantidad, la desmesura y la gravedad de las amenazas
proferidas contra él por voces no tan anónimas del sector ultra patriótico.
No ha sido por lo
demás el único amenazado. El estilo del bloque anti investidura no ha estado muy
concorde con la recomendación de monseñor Cañizares de “orar por España”. Más
bien se ha dedicado a insultar por España interpuesta.
Han protestado por la
cantidad y la (baja) calidad de los mensajes amenazadores recibidos por lo
menos tres diputadas, Beatriz Corredor, Zaida Cantero y la ministra Teresa
Ribera; y el PSOE ha anunciado su intención de considerar delito ese acoso, y remitirlo
a los tribunales. Lo cual, conviene aclarar, no significa retornar a la senda
de la judicialización de la política, sino en todo caso reclamar sanción
jurídica para las malas babas y los resabios venenosos conducentes a manchar y
corromper la política.
En este sentido ha
tenido gracia que Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP, haya reprochado
a la periodista Àngels Barceló que la llamara “perra”, porque se refirió a la “jauría
mediática” que ha acosado a los diputados del sí en busca de una fuga de votos.
Curioso caso el de
Cayetana: quien se excusa, se acusa. Lo imaginábamos de antes, pero sabemos
ahora de su boca y con mayor certeza que se ha alineado personalmente detrás del
acoso.
Un acoso que, por
lo demás, ha sido ejecutado al toque de generala por todo el campamento de grandes
maniobras de la derecha. Lo han practicado al paso ligero los legionarios de
Vox, con su estilo bronco y cuartelero; lo han hecho asimismo las huestes de
Casado, tan escoradas a la derecha que los ternos bien cortados de Armani se
han venido a confundir en la ocasión con el uniforme pardo de faena de la clase
de tropa; y finalmente, también han respondido a la llamada los restos
dispersos de Ciudadanos, incluida la divina Inés Arrimadas, que no ha desdeñado
vestir el uniforme de guerrera, siquiera sea con transparencias vertiginosas y
mucho brilli-brilli.
“Jauría” era un
término adecuado, como por lo demás demostró la propia Barceló con el
diccionario de la RAE en la mano. Lo único extraño en el asunto son los
tiquismiquis de Cayetana, tan atenta a señalar la paja en el ojo ajeno sin atender
lo más mínimo a la viga en el propio.