lunes, 6 de enero de 2020

MATCH POINT



Charles Laughton y Maureen O’Hara en un fotograma de “Posada Jamaica”, película de Alfred Hitchcock basada en una novela de Daphne du Maurier.


La cabalgata de las Valquirias escenificada en los días pasados se ha tomado un respiro en esta mañana de regalos en familia, pero continuará mañana con un desenlace u otro: el previsto, seguramente, o acaso el improbable, ese que circula por los mentideros solapado como naipe en manga de trilero.

Las Valquirias, en cualquier caso, seguirán cabalgando con estrépito y furia, faltaría más. El busilis de toda la impresionante movida en curso está en la necesidad de la deslegitimación de la democracia representativa cuando los números no son los que apetecen quienes se creen con derechos divinos ─o con derechos naturales, que es otra forma de decir lo mismo─ a gobernar. Es decir, señalando con el dedo por más que sea de mala educación: los que siguen creyendo incluso en el siglo XXI que el Estado de derecho no puede ser otra cosa que el Estado del derecho de los propietarios. (*)

El filibusterismo con el que se han lanzado al abordaje del parlamento las mesnadas del dinero y la respetabilidad viene a ser parecido a lo que hacía el Sir Humphrey Pengallan de Posada Jamaica, personificado por el inolvidable Charles Laughton en la película dirigida por Alfred Hitchcock.

Sir Humphrey dirigía una banda criminal que manipulaba los destellos de un faro en las noches de mar gruesa y hacía naufragar en los arrecifes de Cornualles a los barcos que zarpaban hacia el Nuevo Mundo cargados de emigrantes con todas sus modestas posesiones. Luego los piratas de tierra firme remataban a los supervivientes y se repartían sus despojos.

Con una particularidad. «El dinero dádmelo todo a mí, que soy el único que sabe cómo gastarlo», les aleccionaba Sir Humphrey.

Nuevas variantes de la vieja historia están en este momento en circulación. Mañana seguramente se consumará el match point, el “punto de partido” en favor de las fuerzas de cambio. Pero las emboscadas, las tempestades, las descalificaciones y la rapiña de los despojos de las víctimas continuarán, de forma invariable.

 Conseguir la estabilidad más allá de la zozobra continuada en la que estamos inmersos será una tarea ardua, que llevará tiempo. Mientras tanto viviremos todos pericolosamente, como preconizaban Nietzsche y su discípulo Mussolini; pero en nuestro caso, sin mayores ganas de hacerlo.

Solo porque vivir peligrosamente es para nosotros la única forma de aspirar a seguir viviendo.

(*) Estoy hablando de España, pero hemos visto cómo ocurría lo mismo sucesivamente en Venezuela, en Brasil, en Bolivia.