jueves, 13 de agosto de 2020

BLED, EL ESCENARIO ROMÁNTICO

 


Panorámicas cruzadas: el castillo de Bled visto desde la isla, y el lago y la isla vistos desde el castillo.

 

Visitamos Bled, en los Alpes eslovenos, el 18 de septiembre de 2018. La visión del lago glaciar, con el castillo colgado del acantilado y abajo, en la isla, el campanario de la iglesia de la Asunción reflejado en las aguas de color turquesa, resulta irresistible. Demasiado bella para ser real, y sin embargo “es” real.

Se cruza el lago en barcas ligeras de dos remos verticales, manejados por un solo remero. Las aguas son límpidas, la fauna lacustre se ve con toda nitidez, como en un acuario.

Parejas de novios acuden desde todo el país a casarse a la iglesia del lago y, siguiendo una tradición arraigada, el novio sube en brazos a la novia por los 99 escalones de piedra que llevan del embarcadero a la puerta del templo. A la novia se le impone una obligación paralela: la de no decir palabra mientras dura el ascenso. Después de la ceremonia, entre los dos jalan una larga cuerda para dar tres toques de campana, que supuestamente atraerán hacia ellos la buena suerte.

El castillo que corona el acantilado es superlativamente estético, pero la visita se reduce a una sucesión de cafeterías al aire libre, tiendecillas de souvenirs, recreaciones históricas dudosas y  amplias terrazas con vistas a los bosques de coníferas que cubren el macizo de Triglav, donde se encuentra la mayor altitud del país. Una clientela internacional acude a los balnearios de lujo de la localidad, famosos por sus aguas termales.  El marco paisajístico es admirable; tan ajustado a la visión romántica de la naturaleza que se diría artificial.

Y no lo es, salvo por el mantenimiento exigente y escrupuloso del marco natural y del medio ambiente. Una actitud inteligente por parte de las instancias públicas de este pequeño país encantador, incrustado entre el mundo alpino, la llanura danubiana y el Mediterráneo.

 

Las barcas regresando de la isla.