sábado, 29 de agosto de 2020

DEJAR LO PRIMERO DETRÁS DE TODO LO DEMÁS

 


Frente al concepto sólido, basado en una lógica rigurosa, de que “lo primero es antes”, emitido con fundamento por don Venancio Sacristán, padre de Pepe, el sobrio actor de nuestro cine más imborrable; frente a ese concepto, digo, se está desparramando por todos los vericuetos una izquierda tan dispersa como el ejército de Pancho Villa, que siente el prurito repentino de agarrar al paso todos los rábanos posibles por las hojas, dejando lo primero detrás de todo lo demás.

Lo primero en esta situación son los presupuestos del Estado. Son un elemento absolutamente vital para aportar algo de luz al panorama sombrío que debemos afrontar, con cinco crisis superpuestas gravitando sobre nuestras cabezas, cuando no pesando sobre nuestras espaldas.

Está claro, entonces. Lo primero es lo primero. Va antes. Sin embargo, algunos compañeros respetables están reclamando, antes del debate crucial de los presupuestos, que el Estado benefactor suministre mascarillas gratis en la vuelta a la escuela de septiembre; que dicte leyes contra el botellón; que tome medidas enérgicas contra los okupas; que no las tome contra los okupas sino contra los fondos buitre; que instaure un impuesto especial para las grandes fortunas; que convoque un gran referéndum sobre la monarquía o la república.

Nuestras izquierdas impacientes no están dispuestas a esperar un minuto más en ninguna de esas cuestiones, ni en las más importantes ni en las menos. Llueven las críticas; este gobierno es “ineficaz”, no ejerce adecuadamente de cielo protector. Ni rebaja las cifras de contagio, ni persigue al Emérito, ni acelera los farragosos trámites del cobro del IMV. Nuestras severas izquierdas exigen más eficacia y no están dispuestas a bajar el listón de sus exigencias ante un gobierno enfrascado hoy por hoy en el problema de los presupuestos, del que más o menos dependen todos los demás.

Peor aún: portavoces de Podemos anuncian a Pedro Sánchez que no se le ocurra contar con sus votos si pacta los presupuestos con Ciudadanos.

¿Con un vicepresidente y cuatro ministros en el Gobierno, están sufriendo un ataque de cuernos?

Solo nos faltaba en el país otra crisis del burofax.

Atiendan, por este camino no vamos a ninguna parte. Por lo menos a ninguna parte bonancible. Siglos antes de que don Venancio Sacristán formulara su modesta verdad, Nicolás Maquiavelo había señalado que el fin justifica los medios. La frase escandalizó, sin ningún motivo concreto, a muchas conciencias rectas que opinaban que no todos los medios valen para justificar un fin, por bueno que sea este.

Lo que Maquiavelo quizás pretendió expresar es que la persecución de un fin benéfico puede imponer rodeos fastidiosos por el camino, pero que los fastidios deben ser vistos desde una perspectiva amplia. (No estoy haciendo una interpretación buenista: el florentino dijo también que es deseable que el Príncipe sea amado por su pueblo; pero es esencial que sea temido. Quizás Pedro Sánchez deba reflexionar un poco más sobre esta fórmula.)

Lo que apuntan los nuevos maquiavélicos es, sin embargo, cosa muy distinta: que ningún fin es merecedor de esfuerzos si no pasa antes por la rigurosa aduana de los medios, los cuales son elevados a la categoría de líneas rojas intraspasables.

Atiendan, repito: por este camino no vamos a ninguna parte.