Mosca cojonera.
El Parlament catalán
va a celebrar un pleno dedicado a la monarquía española. ¡Albricias, un pleno! Desde
que la legislatura quedó teóricamente agotada con la aprobación de unos presupuestos
generosamente otorgados por una parte de la oposición, y utilizados de
inmediato para subir los sueldos del funcionariado, todo estaba transcurriendo
entre visillos, y salvados los avatares de los “presos políticos”, ningún tema
asomaba a la plaza pública.
En teoría, la monarquía
española debería ser la menor de las preocupaciones de un Govern que considera
que no es la suya. Es admirable en cualquier caso que, con la pandemia encima,
la caída vertiginosa del PIB, y la necesidad urgente de una reconstrucción
industrial, el Govern ponga en el calendario de forma prioritaria un plenario
dedicado enteramente a la labor humilde de ejercer de mosca cojonera.
La mosca cojonera, como
es sabido, es un animal no muy inteligente pero altamente tenaz. Quizá la misma
definición sirve para el Govern de la Generalitat.
Yo soy, por edad,
una persona de riesgo. Sé positivamente, que si detecto en mí mismo síntomas
compatibles con el coronavirus, no voy a tener más remedio que contactar telefónicamente
a mi CAP, y ahí me van a aconsejar que no salga de casa, me medique con
paracetamol y guarde cama si la fiebre se encona.
No hay
infraestructuras sanitarias suficientes para afrontar la actual continuación de
la pandemia por otros medios. Ni grandes estructuras hospitalarias ni
consultorios suficientes en los barrios y en los pueblos. Tampoco hay síntomas
de rectificación del desamparo sanitario en el que nos dejaron Artur Mas y Boi
Ruiz. Todo se reduce, al parecer, a que los burócratas examinen cada mañana las
estadísticas de contagios y muertos del día anterior: si mejoran las cifras de
anteayer, vamos bien; si empeoran, esperaremos a mañana para estar seguros de
la tendencia. Si la curva ascendente de contagios se prolonga el tiempo
suficiente, se cerrarán algunas discotecas y se restringirá el acceso a algunas
playas. Punto. Nada como la eficiencia administrativa para mantener una buena
conciencia robusta.
Al parecer el asunto de la
salud no merece, ni de lejos, un Plan elaborado de forma seria ni un Pleno del
Parlament para debatir los puntos principales de dicho plan. Ahora mismo tenemos
los presupuestos aprobados, y hemos pedido oficialmente treinta mil millones al
gobierno central de lo que nos caiga de Europa, sin explicar ¡Dios nos libre! para
qué lo necesitamos; pero la sanidad pública no figura entre las prioridades
políticas, ni presupuestarias.
Hablo de Cataluña, pero
lo mismo ocurre en el resto de las comunidades. En Madrid, ejemplo sangrante,
piden para el rastreo de contagios a voluntarios gratis et amore; el dinero se
reserva sin duda para cuestiones de más enjundia.
No parece el modo
mejor de preparar la “nueva normalidad”, cuando voces muy insistentes de
expertos internacionales alertan de que el virus ha venido para quedarse y es
incluso posible que nunca se encuentre una vacuna. También se está pidiendo, leo en
la prensa, una auditoría sobre la frecuencia y la violencia de los rebrotes en España
desde el momento en que el avance incontenible de las “fases” salvó a las
autonomías del “insoportable autoritarismo” de “auténticos incapaces” como
Salvador Illa y Fernando Simón (adviertan las comillas, los calificativos no
son míos, son de Herrera, Motos, Inda, Losantos y otros “patriotas
irreprochables”, adviertan otra vez las comillas).
Es sin duda el
momento oportuno e impostergable para un gran pleno del Parlament catalán que
ponga a la monarquía en su sitio. Habrá una resolución muy dura, a no dudarlo.
Se fortalecerá la cohesión interna de las fuerzas de la Cataluña prístina
frente al enemigo común. Ciudadanos ya ha anunciado su recurso inmediato al
Tribunal Constitucional, lo cual aumentará en proporción geométrica la
brillantez de los festejos.
Ese es el panorama
que se avizora. Seguiremos informando.