El Seat 600 y el nuevo
movimiento sindical comparecieron en las mismas fechas, y fueron de algún modo corresponsables
de profundas transformaciones de la sociedad y las costumbres españolas.
Dediqué hace unos
días una entrada del blog (1) a la participación de las mujeres en el amplio movimiento
(“tan nuevo como el Seat 600”, señala Enric Juliana) de las Comisiones Obreras.
Falta en buena
parte una historia seria de esa participación. Existen jalones, sin embargo,
que apuntan a lo que podría ser algún día una crónica extensa y documentada de
un enorme movimiento de las masas asalariadas que transformó de raíz nuestro
país y lo ubicó de golpe en la segunda mitad del siglo XX, sacándolo del congelador
donde lo tenía encerrado el franquismo sociológico.
Mis fuentes bibliográficas
en esta temática son dos, y las dos se limitan a una sola porción del
territorio, la provincia de Barcelona. Son: Javier Tébar Hurtado
ed., “Resistencia ordinaria”. La militancia
y el antifranquismo catalán ante el Tribunal de Orden Público (1963-1977),
Publicaciones de la Universitat de València y Fundació Cipriano García, 2012, y
Nadia Varo Moral, Las militantes ante el espejo. Clase y género en las CCOO del área de
Barcelona (1964-1978), Fundació Cipriano García de las CCOO de Cataluña,
2014.
Los dos
historiadores han trabajado sobre los expedientes ante el TOP, a partir de las
actas del tribunal y de los archivos de varios bufetes laboralistas. Los
represaliados por el franquismo no dan toda la medida del movimiento de
oposición (o de “resistencia ordinaria”, término muy plástico que
utiliza Tébar), pero sí son muy significativos. Las “caídas” tenían algo de
aleatorio siempre, pero quienes pasaron por el tribunal y fueron condenados a
penas a veces considerables formaron parte sin duda de una muy amplia
vanguardia sociopolítica, término que indica que sus militantes se batían por mejoras sociales
y al mismo tiempo por cambios políticos de sustancia.
Ambos autores señalan
dos momentos diferenciados en la etapa cronológica que manejan. Las mujeres
aparecen aún muy poco en 1964-69; el antifranquismo sigue siendo en esos años
una prerrogativa viril, de alguna forma. Penélope guarda la casa. El cambio
ocurre a partir de 1970, en los años más calientes del tardofranquismo.
Voy a ser muy
escueto con las cifras. Las mujeres procesadas por el TOP en la provincia de
Barcelona, 1969-76, fueron 139. La media de edad era de 22,5 años, y
prácticamente las tres cuartas partes (el 74,7%) estaban en la horquilla de
edad entre los 17 y los 24 años. Es decir, eran jovencísimas.
Casi la mitad de
ellas (47,4%) habían nacido en Cataluña; el 21% eran andaluzas de origen; el
7,4%, extremeñas. El resto, un mosaico regional muy diverso.
Por militancia,
CCOO se lleva la palma, 58; siguen PCE(m-l) con 14, PSUC con 13, Sindicato Democrático
de Estudiantes de la Universidad de Barcelona con 8, y otras formaciones
políticas y sindicales.
Por profesión, predominan
las trabajadoras textiles (26%), estudiantes (19%), metalúrgicas (16%) y
administrativas (14%). Las trabajadoras manuales son el 47%, seguidas por las
no cualificadas académicamente (23%), estudiantes (19%) y amas de casa (7%).
Desglosando las series por años, se aprecia (escribe Varo) «una reducción de
trabajadoras “de cuello blanco”, estudiantes y amas de casa, mientras aumentaba
la proporción de mujeres que trabajaban en la industria textil y metalúrgica.
Así pues, según los datos policiales, durante los años setenta predominaron las
obreras.»
Son huellas
estadísticas, sombras, falta aún la sustancia. Pero se trata de síntomas ciertos
de una presencia y de una actividad poco estudiadas y poco valoradas, que
tuvieron un significado gigantesco en la modernización acelerada de España.
Algo de eso intuimos
en CCOO cuando incluimos estatutariamente, en los secretariados de todas
nuestras Federaciones y Uniones, una secretaría de la Mujer. Algo que hoy puede
resultar risible, pero que tuvo un significado histórico.
(1) Ver http://vamosapollas.blogspot.com/2020/08/una-vida-menos-clandestina.html