domingo, 30 de agosto de 2020

LEER CASI LO MISMO QUE ESTÁ ESCRITO

 


La Sibila Délfica. Miguel Ángel Buonarrotti, Capilla Sixtina.

 

Dedicado a Gabriel Jaraba

 

Leo en facebook un texto muy hermoso de Gabriel Jaraba sobre la escritura. Gabriel es un periodista excelente, pero, humilde siempre, se culpa a sí mismo por no ser siempre bien comprendido o bien interpretado.

Será, dice, que no se expresa lo bastante bien. Sin embargo, escribir es siempre una batalla perdida contra la polisemia y la ambigüedad fundamentales de la lengua que utilizamos. Umberto Eco nos lo advertía en su ensayo sobre la traducción. Traducir nunca es decir lo mismo sino, en el mejor de los casos, solo “casi lo mismo” que el texto original. Y leer, incluso con un conocimiento acabado de la lengua, un texto original también es siempre entender de forma aproximada lo que quiso decir el autor.

Eco pone por ejemplo el primer verso de un soneto célebre de Dante. «Tanto gentile e tanto onesta pare…», dice el poeta de Beatrice, y el ilustre semiólogo nos explica de forma pormenorizada que ni “gentil” ni “honesta” tenían en el siglo XIII los significados precisos y codificados que tienen para un lector del siglo XX o XXI.

Estamos hablando del mejor de los casos posibles a considerar: el sentido propio de las palabras, sin enredos de subordinaciones sintácticas que lo oscurecen todo. Hay traducciones mucho peores. Recuerdo un chiste muy antiguo en el que alguien traducía la inscripción Ave Caesar morituri te salutant, por "las aves del César morirán por falta de salud", y añadía: "¡Qué importante es haber aprendido latín en la juventud!"

Después está la ambigüedad calculada. Es fama que la Sibila de Delfos respondía a los guerreros que partían para Troya y querían saber su destino: «Morirás No Volverás». El sentido era opuesto si colocabas una coma antes del No, o la ponías detrás. La Sibila acertaba siempre.

O el doble sentido. En una canción de La Trinca (Homenatge, creo recordar que se llamaba), "S'ha acabat el bròquil" cantado por Raimon significaba "Ha caído la dictadura". 

Sin tales artificios por medio, muchas veces el lector entiende justamente lo contrario de lo que el autor quiso decir. A veces es por distracción del lector; a veces, del autor. Uno relee el mismo texto unos años después, y no entiende lo mismo. Aparecen sentidos nuevos, otros que parecían inequívocos se han difuminado.

Y luego están los sentidos adicionales que el autor puso sin querer en su texto; los “lapsus”, estudiados por Sigmund Freud, reveladores de contenidos reprimidos, afloramientos parciales a la superficie de un filón de sentimientos prohibidos y sumergidos que se pretendía ocultar.

Lo que se escribe no es nunca lo mismo exactamente que se piensa; aunque la diferencia sea solo la retórica que se añade. Lo que se lee no es nunca lo que está escrito; siempre hay una interpretación. Podemos alardear de ser objetivos y precisos, pero hemos de conformarnos, nada más, con que uno y otro sentido, el del emisor y el del receptor, sean, por lo menos, “casi el mismo”.