Catamarán.
Algunos medios
andan diciendo que el acoso a la familia Montero-Iglesias en Asturias ha sido
un bulo interesado de los podemitas.
Dicen que no hay
pruebas. Nunca hay pruebas para quien no quiere verlas. No hay pruebas ─es un
simple ejemplo escogido entre muchos─ de que el ‘M. Rajoy’ de los papeles de
Bárcenas que cobraba pluses de seis cifras sea el anterior presidente del
Gobierno. No hay pruebas de que el hermanillo de Alfonso Guerra tuviese montada
en el centro de Sevilla una oficina de tráfico de influencias a la luz del día.
Nunca hay pruebas de nada, si la dicha es buena.
El periplo de la
familia Montero-Iglesias desde que consiguieron situarse “en el centro del
tablero” está resultando especialmente tempestuoso. Hay un ingrediente
personal, sin duda; se trata de una pareja que cae, o muy bien, o muy mal, no
hay términos medios. Pero ha cargado tanto las tintas del rencor nuestra
derechona, que lo que fue al principio una actitud de polémica en términos políticos
se ha convertido en odio moruno.
Disculpen lo de “odio
moruno”, es un concepto abiertamente racista y supremacista. Me sirve para
subrayar por contraste lo bajo que están cayendo en la escala de los valores
quienes sostienen que la política debe fundamentarse en principios morales y en
las ideas básicas de una civilización cristiana. Resulta que en este verano
extraño los defensores de la fe llevan la descalificación y el acoso a las
personas hasta un punto en que Irene y Pablo podrían hacer suyas las palabras
que Mateo (8-20) puso en labios del secretario general de su movimiento
revolucionario popular: «Las zorras tienen madrigueras y las aves
del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.»
Pero Irene y Pablo están ahí para algo. Este gobierno de
progreso es como un catamarán asentado en un doble casco, estructura que le proporciona
una estabilidad especial en condiciones de mar gruesa. Si las personas que son objeto
de esta guerra sucia y ominosa aguantan con firmeza las embestidas laterales,
en el centro del tablero así sacudido seguirán pasando esas cosas que tienen
algo de magia y mucho de liberación de colectivos oprimidos hasta el ahogo en
los últimos años por las tenazas de un régimen “liberal” de mercado.
Que sepan Irene y Pablo, y Pedro, y Yolanda, y Salvador,
y Fernando, y todos los demás zarandeados protagonistas de esta saga épica, que
tienen en nosotros un apoyo tan firme y resuelto como su misma actitud, y que pueden
contar con nuestra protesta justa, y nuestra movilización positiva, en todos
los casos en que haga falta y se organice.
Y con nuestro voto.