Gráficos unidos en la playa de Pineda
(2017).
Subrayo en el ejemplar que estoy leyendo del libro de Enric Juliana (“Aquí no hemos venido a estudiar”, Arpa 2020, pág. 209): «Las batallas de las ideas siempre las ganan las emociones. Idea y sentimiento son una unidad dialéctica inseparable. Las ideas son sentimientos en frío.»
Son tres
afirmaciones consecutivas, y a primera vista, relacionadas entre ellas de forma
que la primera lleva a las siguientes. No me parece que sea así, sin embargo.
Ensayo una
redacción alternativa, una enmienda parcial.
[Me excuso por la pejiguería, no
hay derecho, estamos en el día de la Virgen de Agosto y la idea me ha venido
tendido al sol al lado de Carmen en la playa de la Riera de Poldemarx,
embadurnado de crema solar de alta protección, hacia las diez y cuarto de la
mañana. El Padre Prior Bulla está a tan solo unos kilómetros hacia el norte,
pero me consta que no baja nunca a la playa. Sí es posible, en cambio, que ocupe
su lugar al sol Pedro López Provencio, desplazado junto a la "sirena" Isa en los
arenales de Ciudadana Susana. De Maxi Antequera, sin duda en su Blanes, no
sabría decir, porque no conozco sus costumbres; pero sin duda no se perderán el
jugueteo con la onda Aurora y Antonio Quijada. Tal vez en Canet de Marx estén a
estas alturas de la canícula Alfons Labrador y Angelina Puig, que hace poco
andaban por el corazón de las montañas. Más arriba, en la Platja del Racó de
Pals pasa el agosto Quim González. Formamos entre todos una aguerrida falange dándole
brega combativa al Mediterráneo. Pido la indulgencia de todos ellos por meterme
en contrapuntos e ir a pollas aprovechando que el agua no está tan fría, solo
fresquita y lo justo.]
Esta es mi
propuesta de enmienda: “«Las batallas de las ideas suelen
ganarlas las emociones. Eso sucede sobre todo en
los casos en los que idea y sentimiento forman
una unidad dialéctica inseparable. Las ideas que solo
son sentimientos en frío, carecen de vida.»
Antonio Gramsci
expresó un pensamiento parecido cuando escribió que las ideas no viven sin
organización. A saber en qué estaba pensando con eso de la organización, yo
creo que se refería a la puesta en práctica ordenada de las ideas que, de otro
modo, se confunden, se desperdigan y no son de utilidad a nadie por mucho que
se difundan desde los púlpitos. «Una cosa es predicar, y otra dar trigo», ha
sentenciado la sabiduría popular.
Ramón Ormazábal tenía
sin duda su parte de razón cuando decía en el penal de Burgos que “aquí no
hemos venido a estudiar”. La frase está construida mal, porque “aquí”, que se
sepa, nadie había venido por su gusto; de lo que se trataba era de decidir lo
más adecuado que podían hacer los presos dentro de un abanico de opciones muy
limitado.
Por dársela a Orma,
no le estoy quitando razón a Manuel Moreno Mauricio. Siempre ha sido
considerado el estudio como un deber revolucionario, en cualquier situación,
con cualquier material disponible.
Los dos tenían la
razón, entonces, y era una razón dialéctica. Marx lo había dicho antes que
ellos nacieran: los filósofos se han limitado a contarnos cómo es el mundo,
pero lo que hace falta ahora mismo es cambiarlo.