domingo, 9 de agosto de 2020

"HIMPERATIBOS" Y SUBJUNTIVOS DE LA POLÍTICA



Carambola a tres bandas.



Por hábil jugador de billar que uno sea, muchas veces le sale la carambola de chiripa. 

Valga este pensamiento genérico (el cual, advierto lealmente a la concurrencia, ni está en el Quijote, ni lo escribieron Winston Churchill o Paulo Coelho o García Márquez, como les ocurre a tantas ocurrencias espurias que corren por la red), para contarles algo que me sucedió ayer.

Estaba leyendo en el muro de facebook de José Luis López Bulla un chat interesante del titular con Antoni Cuadras. Se trataba allí de la oportunidad de centralizar en una instancia gubernamental todo lo referente a la pandemia que nos sigue afligiendo con rara tenacidad, a fin de evitar desparrames lamentables de contagios debidos a que las estructuras sanitarias no se han reforzado en absoluto desde el mes de marzo; a que las contraórdenes cruzadas de los distintos niveles de autoridad están a la (contra)orden del día, y a que el modo mejor que encuentran las autonomías de abordar el problema que ha vuelto a recaer sobre sus competencias es despotricar del maestro armero y reclamar nuevas instrucciones más precisas de la superioridad.

Pues bien, en cierto momento de la charla ajena me apeteció intervenir sobre el fondo del asunto (relación poder central / autonomías). Y escribí:

«Una cuestión de lo más interesante, desde el principio de subsidiariedad: ¿qué corresponde a cada escalón de mando? Parece razonable que el campanario sea prerrogativa de la aldea, y la pandemia se aborde de una forma lo más centralizada y erga omnes posible. Las cuadrículas de los estadillos funcionariales nunca han sido un fin en sí mismo, hay que conjugarlas en subjuntivo.»

La respuesta de JLLB fue inmediata y contundente:

«Pero la clase política española no entiende de subjuntivos sólo de himperatibos cuarteleros, especialidad de la casa. Es chocante que el castellano haya creado un modo verbal tan poco usado en el ambigú de la derecha.»

Y solo en ese momento me di cuenta de que mi última frase, que había escrito a modo de redondeo retórico, tenía un sentido, si les apetece la palabra, “profundo”.

O sea, que la política es una estructura, lo mismo que la lengua, y que también en la política hay modos indicativos, subjuntivos que se usan muy poco, gerundios que se repiten en bucle, e “himperatibos”, de los que se abusa demasiado. También hay ablativos absolutos, utilizados por lo general a troche y moche y sin venir a cuento.

Puede parecer un derroche de retórica. Seguimos en general una tendencia a simplificar los problemas, y también el problema del lenguaje, a fin de abordar con toda rapidez las soluciones, ni que sean apresuradas y meramente tentativas.

Pero la solución preferible con mucho, sobre todo en problemas complejos, sería la utilización de una buena sintaxis gramatical y política (¿la llamaríamos "federalismo"?), que dejara bien diferenciadas las oraciones y/o instancias de poder principales, las coordinadas y las subordinadas, cada cual en su sitio y en su función adecuada. La organización cuidadosa implicaría un incremento de la eficiencia. «Las ideas, amigo Sancho, no viven sin organización», como “no” dijo Don Quijote en su libro.

Sí lo dijo, en cambio, Manolo Vázquez Montalbán, aunque la frase que utilizó tampoco es suya, sino una cita tomada de un catón: «Lo que bien se concibe, bien se expresa / con palabras que acuden con presteza.»

En el balance final de todo ello, valga la salvedad, no cuentan ciertas carambolas retóricas conseguidas de chiripa.