Madre africana escasamente
empoderada. La foto está tomada en préstamo de un enlace de Jordi Guiu Payá en
facebook.
Ayer las chicas del
Barça perdieron 1-0 las semifinales de la Champions femenina, pero certificaron
que van hacia arriba. Un partido bonito, muchas ocasiones, algo de bisoñez aún
en determinados momentos, como el del gol en contra. Nada que no sea posible
remediar, con la ilusión que ponen.
Coincidiendo con la
fecha, apareció en La Vanguardia un artículo titulado «El empoderamiento de la
mujer a través del fútbol femenino: las razones de su éxito.» El artículo iba
firmado por “Redacción”, pero arriba a la derecha llevaba la sospechosa
etiqueta BrandsLab.
Oigan, la mujer no
se empodera jugando al fútbol. Ni que lo diga Redacción, ni que sea cosa de
BrandsLab. Nadie sabe bien qué significa “empoderar” ni cuáles son sus
características, pero el término aparece de forma recurrente a propósito de
temas de muy distinta índole.
Lo que significa en
realidad descarnada el titular de La Vanguardia es «El fútbol femenino vende, y
tiene potencial para vender aún bastante más.»
Es de cajón, echen
cuentas: la mujer deportista vende, el fútbol vende, el fútbol con mujeres
tiene que vender forzosamente. El hecho de que aún no venda mucho es objeto de
atención en el mundo de la promoción de grandes espectáculos de masas. En su
momento lanzaron a las Spice Girls como contrapunto a los grupos de música pop
masculinos. Ahora se trata de hacer lo mismo en el fútbol. Ha habido pioneras
destacadas en el asunto; la última, Megan Rapinoe. Ahora se trata de
multiplicar la dosis, añadiendo glamour a la combinación.
No empoderamiento, entonces:
glamour. El glamour como forma (tradicional, paternalista) de empoderamiento femenino por delegación de quienes siguen sujetando la sartén por el mango. El objetivo no es una mayor emancipación ni liberación de las
mujeres, sino una mayor cuota de mercado de determinadas emisiones de pago de
las cadenas televisivas.
Me parece magnífico
que las mujeres jueguen al fútbol y demuestren que saben hacerlo por lo menos
tan bien como los hombres. Me parecería magnífico que tampoco en este terreno existiera
la acostumbrada brecha salarial (en el fútbol, más que brecha es un abismo). Pero
hay que llamar a las cosas por su nombre: el empoderamiento, si tal cosa existe
sobre la faz de la tierra, es una cosa; el fútbol es otra.
Remito como colofón final para las/los lectoras/es interesadas/os a un enlace de mi blog, de hace ya algún tiempo: http://vamosapollas.blogspot.com/2019/03/abrir-las-piernas-o-abrir-la-mente.html