El virus letal de
la democracia ha calado muy hondo. Pongo como ejemplo al periodista Carlos
Herrera, que confiesa compungido “Me tengo por un demócrata”, y añade a
continuación que Franco sabía cómo tratar a la “bazofia” de la gente de
Podemos, y, de vivir él, ellos “estarían en las cunetas”.
Se le entiende de
sobra la forma y la condición como estarían en las cunetas los podemitas si
Franco levantara cabeza, lo que nos permite respirar en lo que toca a la
cuestión de fondo: Herrera es tal vez un demócrata, en todo caso se ve a sí
mismo como tal; pero es un demócrata absolutamente asintomático. Yo añadiría
más: inmune. No hay riesgo de que contagie su democracia a nadie.
Vamos ahora a otro ejemplar,
Salvador Sostres. Sus afirmaciones en ABC son de carácter novedoso en el sentido
de que no ancla la legitimidad de la monarquía en la Constitución del 78, sino
en el derecho divino. Oigan, les parecerá que exagero, de modo que cito
literal, entre comillas dobles que son más comillas aún que las otras: «La monarquía es un don, una encarnación
divina. Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres sino con
Dios. Es estúpido juzgar a los monarcas con criterios terrenales y no sirve de
nada. Un rey no nos representa a nosotros sino a Dios.»
Un alegato tan
vehemente debe venir a cuento de algo. Si yo fuera policía de tráfico, le haría
soplar por el tubo para determinar la tasa de alcoholemia. Nunca había oído
ensalzar hasta ese punto la alianza del Altar y el Trono desde que un cronista
medieval se inventó la batalla de Clavijo para dar ánimos al personal y estimularlo
a fin de que enviara a las Mareas en pleamar de la morisma a florecer en las
cunetas como si fueran los actuales energúmenos de Podemos.
El razonamiento de
Sostres ─claramente otro demócrata asintomático, como Herrera─ es
revolucionario en un sentido, y sus consecuencias se desprenden con una claridad que tal vez él no ha calculado suficientemente. Ha
declarado, y cito de nuevo entre comillas, que el lenguaje de Juan Carlos I «es el de la eternidad, y es nuestra tarea
de mortales tratar con devoción de traducirlo». Resulta, entonces, si lo he
entendido bien y lo he traducido con devoción, que la figura del rey se sitúa más
allá de nuestra Constitución y es una emanación de Dios, un avatar de la eternidad.
Conformes.
Retiremos entonces (cuando resulte posible y factible en virtud de la legalidad
vigente, que es cosa del todo intramundana) la institución monárquica de
nuestra Constitución, y centremos nuestros esfuerzos mortales en asuntos menos
escabrosos. Juan Carlos es tan solo un “alma de Dios”, como aquella que dio
título a una zarzuela del maestro Serrano, con libreto de Carlos Arniches y Enrique
García Álvarez. Les recuerdo una tonada aún popular cuando yo era niño:
Canta vagabundo
tus miserias por el mundo
que tu canción quizá
el viento llevará
hasta la tierra donde tu amor está…
Las “miserias” resultarían ser en este caso una cantidad indeterminada de millones adquiridos gracias a suntuosos regalos
por mediaciones solicitadas; y la tierra
adonde le lleva el viento se sabrá más adelante, porque la República Dominicana
tiene todo el aspecto de ser tan solo un final de etapa provisional.
PS importante.- Me avisan de que Carlos Herrera niega ser autor del tuit citado, y de que no hay pruebas de que haya sido publicado en su cuenta. Lamento haber sido víctima de un fake de "fuego amigo". La verdad escueta es siempre más atractiva que una mentira adornada para hacer efecto.