Banderas como telón de fondo
(foto, La Vanguardia).
La Comunidad de
Madrid protege su retirada del frente de batalla con una cortina de humo hecha de
banderas.
Construida como
contrapoder a un gobierno progresista, no ha alcanzado ninguno de sus objetivos
militares y deja el campo de batalla alfombrado de muertos. Por medio, las
cacerolas de Núñez de Balboa y la mani anti mascarillas de Colón marcan los
pulsos más exasperados de la cayetanía irredenta contra la autoridad a la que
ahora se pliega.
Se pliega a medias.
Su mensaje es, telegrafiado: “España es Madrid, un fracaso de Madrid es un
fracaso de España. Madrid, como en su momento ocurrió con la Banca, es
demasiado grande para dejarla caer.”
El corolario de
este modo interesado de ver las cosas es la necesidad de apuntalar Madrid a
costa del resto del país, que en esta interpretación no sería “tanta” España ni
tan principal como Madrid. Ximo Puig (antes lo hizo Pasqual Maragall, como recuerda
hoy en La Vanguardia Enric Juliana) rebate el sofisma: Madrid no supone nada
especial, porque en este momento, o nos salvamos o nos hundimos todos juntos.
Es el momento de
pensar en grande: grandes espacios, grandes lapsos temporales, grandes
reformas, grandes soluciones inclusivas y comprensivas.
El modo mezquino de
pensar: se ha estereotipado un “modelo de éxito” de Madrid en la economía
española, al que se supone generalizable. Pero ese “modelo” tan alabado solo ha
consistido en la extracción desaforada de rentas a partir de la capitalidad, y
en el trasvase de fondos públicos a bolsillos privados. Isabel Díaz Ayuso está
manteniendo la misma propuesta. “Imitadnos”, dice al resto del país, cuando el
resto del país se encuentra en una situación de desigualdad y de precariedad rampante
e impotente.
Decimos todos que Ayuso
es tonta, pero su política es la misma que la de sus predecesores. Como es más
tonta, se le nota más; sencillamente. La rebelión del sur de Madrid ─magnífica─
debería haber llegado antes. La segregación es el punto culminante de una
lógica viciada desde el principio: les prometieron un paraíso, pero no para
ellos, sino para verlo de cerca desde el otro lado de la verja protegida por
seguratas.
Ahora Pedro Sánchez
no debe caer en un enredo plagado de banderas. España es España y Madrid es
Madrid. Las peras son peras, y las manzanas, manzanas.
Ah, tampoco el
ejército debe hacerse garante de la segregación, y la historia de la Legión no es
asimilable a la Historia de España. No
fotem!