miércoles, 16 de septiembre de 2020

EL NOMBRE DEL ESTADIO

 


Jorge Alberto González Barillas, “Mágico” González (San Salvador 1958), enseña la camiseta del Cádiz, el club con el que triunfó en los años ochenta.

 

Nos estamos volviendo tiquismiquis. El Cádiz CF ha hecho una votación entre sus socios con el objeto de cambiar el nombre del estadio de fútbol de la entidad. Se proponían varios nombres, además del que ha venido ostentando de forma oficial desde que fue erigido en los años cincuenta del siglo pasado, que es el de Ramón de Carranza. Uno de los nombres propuestos era el de “Estadio Mágico González”, pero a casi nadie le ha apetecido, a pesar de ser una opción respetabilísima.

Don Ramón de Carranza Fernández de la Reguera fue un aristócrata y militar, alcalde y gobernador de Cádiz en 1936 (fallecido en 1937), muy vinculado al franquismo y a Falange. Había sido hecho en 1930 marqués de la Villa de Pesadilla, argumento que no ha pesado en su contra. Un hijo llamado también Ramón fue un auténtico energúmeno al servicio de Queipo de Llano, y, concluida la guerra civil, alcalde de Sevilla y gerifalte del nuevo Estado.

Con tales antecedentes, extraña poco que al alcalde de Podemos-Andalucía, José María González Kichi, le apeteciera cambiar el nombre por otro de menos compromiso. La afición ha venido a responderle que, si no quiere té, dos tacitas de plata. Entre los nombres más votados han estado varios no propuestos inicialmente, como el de Francisco Franco y, todavía más arriba, en la tercera posición en el escrutinio, el de Santiago Abascal.

Franco era del Ferrol, y no se le conocen veleidades cadistas. Abascal tampoco es gaditano, ni socio de pago ni de honor del club; su único mérito sería el llamémosle enfoque de su opción política, que guarda un parecido notable con el del marqués de Villa Pesadilla a pesar del tiempo transcurrido.

Desde una perspectiva de posicionamiento político amplio, tanto daría llamar al coliseo popular Carranza como Abascal. El caso era darle en los morros a Kichi.

El presidente de la Federación de Peñas del Cádiz, Juan Antonio García, mantuvo una posición más equilibrada, y obtuvo el segundo puesto en las preferencias de los votantes. García proponía llamar al estadio simplemente Carranza, con la siguiente argumentación, que vale la pena considerar: «Nosotros defendemos Estadio Carranza no como persona, sino como sentimiento. Cuando se nombra no se enaltece nada, se habla de algo arraigado en el gaditano y en el cadista.»

El argumento sería tal vez convincente de no ser porque el señor Juan Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco, propone exactamente lo mismo para seguir operando en la legalidad democrática: Francisco Franco dejaría de ser el nombre de una persona concreta, con sus virtudes y sus defectos, para convertirse en “un sentimiento”. De no prosperar su recurso ante los tribunales de justicia, Chicharro apunta la posibilidad de expatriarse. Al fin y al cabo, el “sentimiento Francisco Franco” no tiene una connotación nacional sino universal y, por decirlo de algún modo, etérea.

¿No sería una solución cambiar el nombre de la institución que preside por el de “Fundación Mágico González”? Es solo una pregunta. Preguntar no ofende a nadie.