Jorge Alberto González
Barillas, “Mágico” González (San Salvador 1958), enseña la camiseta del Cádiz,
el club con el que triunfó en los años ochenta.
Nos estamos
volviendo tiquismiquis. El Cádiz CF ha hecho una votación entre sus socios con
el objeto de cambiar el nombre del estadio de fútbol de la entidad. Se
proponían varios nombres, además del que ha venido ostentando de forma oficial desde
que fue erigido en los años cincuenta del siglo pasado, que es el de Ramón de
Carranza. Uno de los nombres propuestos era el de “Estadio Mágico González”, pero
a casi nadie le ha apetecido, a pesar de ser una opción respetabilísima.
Don Ramón de
Carranza Fernández de la Reguera fue un aristócrata y militar, alcalde y
gobernador de Cádiz en 1936 (fallecido en 1937), muy vinculado al franquismo y
a Falange. Había sido hecho en 1930 marqués de la Villa de Pesadilla, argumento
que no ha pesado en su contra. Un hijo llamado también Ramón fue un auténtico energúmeno
al servicio de Queipo de Llano, y, concluida la guerra civil, alcalde de
Sevilla y gerifalte del nuevo Estado.
Con tales antecedentes,
extraña poco que al alcalde de Podemos-Andalucía, José María González Kichi, le apeteciera cambiar el nombre por
otro de menos compromiso. La afición ha venido a responderle que, si no quiere
té, dos tacitas de plata. Entre los nombres más votados han estado varios no
propuestos inicialmente, como el de Francisco Franco y, todavía más arriba, en
la tercera posición en el escrutinio, el de Santiago Abascal.
Franco era del
Ferrol, y no se le conocen veleidades cadistas. Abascal tampoco es gaditano, ni
socio de pago ni de honor del club; su único mérito sería el llamémosle enfoque
de su opción política, que guarda un parecido notable con el del marqués de
Villa Pesadilla a pesar del tiempo transcurrido.
Desde una perspectiva
de posicionamiento político amplio, tanto daría llamar al coliseo popular
Carranza como Abascal. El caso era darle en los morros a Kichi.
El presidente de la
Federación de Peñas del Cádiz, Juan Antonio García, mantuvo una posición más equilibrada,
y obtuvo el segundo puesto en las preferencias de los votantes. García proponía
llamar al estadio simplemente Carranza, con la siguiente argumentación, que
vale la pena considerar: «Nosotros defendemos Estadio Carranza no
como persona, sino como sentimiento. Cuando se nombra no se enaltece nada, se
habla de algo arraigado en el gaditano y en el cadista.»
El argumento sería tal vez convincente de no ser porque el
señor Juan Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco, propone
exactamente lo mismo para seguir operando en la legalidad democrática:
Francisco Franco dejaría de ser el nombre de una persona concreta, con sus
virtudes y sus defectos, para convertirse en “un sentimiento”. De no prosperar
su recurso ante los tribunales de justicia, Chicharro apunta la posibilidad de expatriarse.
Al fin y al cabo, el “sentimiento Francisco Franco” no tiene una connotación
nacional sino universal y, por decirlo de algún modo, etérea.
¿No sería una solución cambiar el nombre de la institución
que preside por el de “Fundación Mágico González”? Es solo una pregunta. Preguntar
no ofende a nadie.