miércoles, 9 de septiembre de 2020

CUADRAR EL SUDOKU

 


Cuadrar la plantilla de la nomenklatura independentista de Cataluña está resultando más complicado que recomponer la plantilla del Barça de Koeman después del susto que nos dio a todos Messi.

Quim Torra se va. Es definitivo, salvo improbable par de banderillas al quiebro del gobierno de los jueces. Quim deja un hueco enorme. Si me dejan soltar una herejía (a estas alturas, no va de una), un hueco más grande que el del Emérito en la Zarzuela. La diferencia es que a Torra no habremos de buscarle en los Emirates porque allí no se habla catalán. Pero no descarten que se vaya adonde sea (¿Andorra? ¿Perpinyà? ¿el Alguer?) con la pasta embutida en un maletín.

De momento, ha cambiado a tres consellers. No ha dado razones pero se entiende que el motivo es la falta de confianza. Ninguno de los tres quiso sumarse a la novedosa y muy reciente apuesta del señorito (“confrontación inteligente”, les recuerdo), y han salido a relucir los cuchillos largos, como suele ocurrir en estos casos.

Se susurra que no serán los últimos cambios. Torra tendría intención, según fuentes, de rescatar para el govern a la private Laura Borràs, que ha quedado atrapada detrás de la línea del frente, en tierras del infiel, es decir en el Congreso de los Diputados de la madrileña Carrera de San Jerónimo.

La idea sería que Borràs, pese a estar implicada en un pecadillo de corrupción, o quizá precisamente por eso, suceda a Torra cuando este, inhabilitado por un tribunal al que quiere mirar a los ojos, ascienda por méritos al martirologio del abultado memorial de greuges con el Estado opresor. El delfinato de la sucesión se atribuía hace pocos días, de muy buena tinta, a Marta Madrenas, alcaldesa de Girona y bien vista por el señorito de Waterloo. Posiblemente, dentro de unos días más, aparezcan nuevos nombres en la quiniela: la cartera de posibles fichajes es larga, en este inicio de una temporada que se prevé disputada a cara de perro.

El caso es cerrar el paso a Pere Aragonés, actual vicepresidente. Aragonés se ha esforzado en hacer méritos para ser incluido en la short list: ha reclamado, por ejemplo, a Pedro Sánchez que el Estado se desprenda de sus acciones en Bankia para que, de ese modo, Cataluña no pierda peso decisorio en el consejo de administración de la virtualmente fusionada Caixabankia.

Ustedes quizá verán un contrasentido en la advertencia de Aragonés. Sin embargo, es de cajón que una banca genuinamente catalana no puede ser de ninguna manera una banca pública. Ya hace tiempo que Cataluña es una institución meramente de derecho privado. Privatizada, aclaro, si no me habían entendido.

Pero Aragonés no ha mejorado su posición en el esprint final para la presidencia, pese a ese admirable recurso a la heroica. A lo más que puede aspirar, es a mantener su vicepresidencia en la legislatura sucesiva, que podría llegar tal vez pronto, o posiblemente más luego. En cualquier caso las jerarquías son inamovibles en el viaje a Ítaca, y ERC no puede acceder de ninguna manera a la presidencia del Sudoku. La misión que tiene asignada, desde los tiempos del otoño del Patriarca, es la de mero acompañante.

El toque de fantasía en esta tribulación lo ha dado Antonio Baños. ¡Ah! ¿Pero aún existe la CUP? Pues sí, existe. Baños ha animado a Torra a seguir impertérrito en su puesto cuando lo inhabiliten. ¿Qué les decía antes del Emérito? Pues si en España tienen Uno, aquí tendríamos Dos: uno en Waterloo y el otro posiblemente en Perpinyà, porque en Flandes no se habla suficientemente el catalán.