Pueden encontrar en
el blog “Según Antonio Baylos” una entrada en la que Francisco Trillo presenta
las conclusiones de un debate internacional (Brasil, Argentina, España) sobre
los derechos laborales de los “riders” de las plataformas digitales tipo Glovo.
Para mayor precisión, cliquen en https://baylos.blogspot.com/2020/08/que-derechos-laborales-para-los-riders.html
Olvídense de
Industria 4.0, y del final del trabajo debido a la invasión de los robots. Los
robots somos nosotros mismos, los humanos; podemos hacer las mismas cosas que
los hombres mecánicos, a una velocidad comparable y a un precio absolutamente
competitivo. Los robots ya estamos aquí, a casi todos los efectos.
Casi todos los
efectos. Estamos aquí, sí, pero quizá no para quedarnos. El profesor Trillo
habla de una «cultura de usar y tirar» el trabajo en las plataformas digitales.
Tenemos nuestro punto alto, nuestro cuarto de hora de gloria, en la producción
dirigida digitalmente; pero nuestra obsolescencia es rápida, y está
escrupulosamente programada por los algoritmos. De alguna manera anticipó
nuestra fugacidad don Pedro Calderón de la Barca, en aquel soneto: «Tales los
hombres sus fortunas vieron: / en un día nacieron y expiraron, / que, pasados
los siglos, horas fueron.»
Don Pedro cantaba
la brevedad de la vida; ahora el problema es la brevedad de la prestación
laboral. Las fortunas de los hombres se miden hoy por horas, incluso por
cuartos de hora; y no hace falta que “pasen los siglos” para percibirlo.
Los trabajadores de
las plataformas, e incluso otros, llevan una vida demediada e irremediablemente
melancólica. Las plataformas contratantes alegan que no es una cuestión
impuesta: hechas las encuestas pertinentes, sus trabajadores afirman por
mayoría muy cualificada quee no desean ser asalariados comunes, sino autónomos.
Puede parecer
paradójico, dado que los autónomos y emprendedores disfrutan de una protección
jurídica menor, y tienen menos derechos que los asalariados comunes.
Pero se puede
encontrar una explicación de orden antropológico: se trata de la melancolía del
clon.
No me zapeen aún,
por favor. No es mi intención poner a prueba su paciencia de lectores. Me
explico. Me explico con sumo gusto.
Recuerdan ustedes
aquel filme de culto, Blade Runner, de
Ridley Scott. Los “replicantes” creados para el servicio de los humanos y luego
rebelados contra ellos, eran en muchos aspectos más fuertes, más inteligentes,
más aptos para la vida en la galaxia que quienes les crearon. Pero no eran
humanos. Algunos colocaban en el aparador de la sala de su casa fotos antiguas de
cuando eran niños, con sus padres sonrientes; o de unos hijos repeinados
frunciendo las naricitas a la cámara. Eran fotos falsas, robadas a otros, con
las que pretendían crear la ilusión de una vida que no tenían. Ellos fueron
fabricados ya adultos, en una cadena de montaje. Y no eran dueños ni siquiera
de su muerte. Su mecanismo había sido programado para morir a fecha fija, y a
los que se rebelaban contra su destino y mantenían la ambición sacrílega de ser
plenamente humanos, les perseguía por todas partes un policía capullo con la
cara de Harrison Ford.
Los “riders” son
humanos demediados, trabajan a demanda y contra el reloj, no tienen vida propia
que valga la pena, su muerte laboral está programada por un algoritmo. Quienes
tienen mujer (los “riders” son varones, en eso los algoritmos son implacables;
las mujeres van equipadas con un kit detallado de vida interior, y en consecuencia no sirven
para el oficio) y han procreado niños en algún avatar anterior, los dejan
fotografiados en el aparador de la sala y atienden rápidamente a otra cosa, que el cronómetro va disparado.
No es extraño,
entonces, que los “riders” sufran la melancolía del clon, del androide, del
replicante. Quisieran ser humanos, plenamente humanos, y no les alcanza.
La novela de Philip
K. Dick que dio origen a Blade Runner llevaba
por título «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» La pregunta es
trasplantable a la situación de los “riders”. Podríamos formularla así:
«¿Sueñan los “riders” con una autonomía vicaria?»