martes, 1 de septiembre de 2020

¿SUEÑAN LOS 'RIDERS' CON UNA AUTONOMÍA VICARIA?

 


Pueden encontrar en el blog “Según Antonio Baylos” una entrada en la que Francisco Trillo presenta las conclusiones de un debate internacional (Brasil, Argentina, España) sobre los derechos laborales de los “riders” de las plataformas digitales tipo Glovo. Para mayor precisión, cliquen en https://baylos.blogspot.com/2020/08/que-derechos-laborales-para-los-riders.html

Olvídense de Industria 4.0, y del final del trabajo debido a la invasión de los robots. Los robots somos nosotros mismos, los humanos; podemos hacer las mismas cosas que los hombres mecánicos, a una velocidad comparable y a un precio absolutamente competitivo. Los robots ya estamos aquí, a casi todos los efectos.

Casi todos los efectos. Estamos aquí, sí, pero quizá no para quedarnos. El profesor Trillo habla de una «cultura de usar y tirar» el trabajo en las plataformas digitales. Tenemos nuestro punto alto, nuestro cuarto de hora de gloria, en la producción dirigida digitalmente; pero nuestra obsolescencia es rápida, y está escrupulosamente programada por los algoritmos. De alguna manera anticipó nuestra fugacidad don Pedro Calderón de la Barca, en aquel soneto: «Tales los hombres sus fortunas vieron: / en un día nacieron y expiraron, / que, pasados los siglos, horas fueron.»

Don Pedro cantaba la brevedad de la vida; ahora el problema es la brevedad de la prestación laboral. Las fortunas de los hombres se miden hoy por horas, incluso por cuartos de hora; y no hace falta que “pasen los siglos” para percibirlo.

Los trabajadores de las plataformas, e incluso otros, llevan una vida demediada e irremediablemente melancólica. Las plataformas contratantes alegan que no es una cuestión impuesta: hechas las encuestas pertinentes, sus trabajadores afirman por mayoría muy cualificada quee no desean ser asalariados comunes, sino autónomos.

Puede parecer paradójico, dado que los autónomos y emprendedores disfrutan de una protección jurídica menor, y tienen menos derechos que los asalariados comunes.

Pero se puede encontrar una explicación de orden antropológico: se trata de la melancolía del clon.

No me zapeen aún, por favor. No es mi intención poner a prueba su paciencia de lectores. Me explico. Me explico con sumo gusto.

Recuerdan ustedes aquel filme de culto, Blade Runner, de Ridley Scott. Los “replicantes” creados para el servicio de los humanos y luego rebelados contra ellos, eran en muchos aspectos más fuertes, más inteligentes, más aptos para la vida en la galaxia que quienes les crearon. Pero no eran humanos. Algunos colocaban en el aparador de la sala de su casa fotos antiguas de cuando eran niños, con sus padres sonrientes; o de unos hijos repeinados frunciendo las naricitas a la cámara. Eran fotos falsas, robadas a otros, con las que pretendían crear la ilusión de una vida que no tenían. Ellos fueron fabricados ya adultos, en una cadena de montaje. Y no eran dueños ni siquiera de su muerte. Su mecanismo había sido programado para morir a fecha fija, y a los que se rebelaban contra su destino y mantenían la ambición sacrílega de ser plenamente humanos, les perseguía por todas partes un policía capullo con la cara de Harrison Ford.

Los “riders” son humanos demediados, trabajan a demanda y contra el reloj, no tienen vida propia que valga la pena, su muerte laboral está programada por un algoritmo. Quienes tienen mujer (los “riders” son varones, en eso los algoritmos son implacables; las mujeres van equipadas con un kit detallado de vida interior, y en consecuencia no sirven para el oficio) y han procreado niños en algún avatar anterior, los dejan fotografiados en el aparador de la sala y atienden rápidamente a otra cosa, que el cronómetro va disparado.

No es extraño, entonces, que los “riders” sufran la melancolía del clon, del androide, del replicante. Quisieran ser humanos, plenamente humanos, y no les alcanza.

La novela de Philip K. Dick que dio origen a Blade Runner llevaba por título «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» La pregunta es trasplantable a la situación de los “riders”. Podríamos formularla así: «¿Sueñan los “riders” con una autonomía vicaria?»