Rossana Rossanda, en una imagen
reciente (fuente, La Reppublica)
Les gens sont faites, nous
dit-on
pour vivre en bande comme les
moutons.
Moi, je vis seul et c’est pas
demain
que je suivrai leur droit
chemin.
Georges BRASSENS, ‘La mauvaise
herbe’
(La gente está hecha, nos
dicen, para vivir en rebaño como los corderos. Yo vivo solo y no tengo intención
de seguir su camino recto.)
Rossana Rossanda,
paralítica, reducida a una silla de ruedas pero siempre indomable, se extinguió
anteanoche. Sin duda la tierra le será leve, después de tantas fatigas vividas.
Partisana
jovencísima, comunista, encargada por Togliatti de la dirección cultural del
PCI, intelectual y activista. A raíz de los grandes acontecimientos del 68 fundó
la revista il manifesto, junto a
Luigi Pintor y Aldo Natoli señaladamente, entre otros. El grupo fue expulsado
del PCI en 1969, en los torbellinos generados no por la revuelta estudiantil o
las luchas obreras, sino por la entrada en Checoslovaquia de los tanques del
Pacto de Varsovia.
El PCI, contrario a
la iniciativa de Moscú, estaba obligado a guardar las formas de todos modos. El
grupo del Manifesto había levantado la voz crítica en demasía, y fue ofrecido
como víctima propiciatoria. El futuro secretario general Enrico Berlinguer votó
en contra de la medida. Rossana registró un sobresalto particular cuando se
abrieron las puertas del Comité Central y ella y su grupo se vieron entregados “como
pasto” a los fotógrafos. “Solo entonces entendí que ya no éramos de los
nuestros”, escribió.
Fuera de la iglesia
no hay salvación. Extramuros del partido, tampoco hay gran cosa. Il Manifesto
se presentó a las siguientes elecciones generales como opción de la izquierda
crítica, y obtuvo el 0,7% de los votos. «Más que una cifra, parece un prefijo
telefónico», fue la broma cruel de Giancarlo Pajetta.
Insistió en la
aventura política dentro del PdUP (Partido de Unidad Proletaria) en el que
coincidió con Vittorio Foa, otro hereje ilustre. Llegaron hasta el 1,5% de los
votos, y Rossana lo dejó de forma definitiva. Se dedicó al activismo cultural,
a la literatura, al feminismo, a tantas cosas que tienen su lugar y su órbita
precisa en la amplia constelación de la izquierda. Siguió como editorialista de
il manifesto hasta hace pocos años,
cuando su libertad de pensamiento volvió a tropezar con las normativas
prefijadas.
La izquierda
política no es una horma para conformar voluntades, ni un espacio vedado, parcelado
y protegido con alambradas. En la medida en que la izquierda se corresponde con
la libertad, la iniciativa, el riesgo; en la medida en que exige valentía para
desafiar todos los dogmas establecidos sin excepción, Rossana Rossanda ha sido inequívocamente
“de los nuestros”.