lunes, 28 de septiembre de 2020

LO ECHAREMOS DE MENOS

 


Phileas Fogg (David Niven) y su valet de chambre Passepartout (Mario Moreno), cantinfleando en globo. Fotograma de ‘La vuelta al mundo en ochenta días’ (Michael Anderson 1956). En la secuela catalana, Foggdemont y Passepartorra dejaron el récord en ocho segundos. 


La noticia es confusa: unos dicen que el Supremo ha inhabilitado a Quim Torra; otros, que Torra ha inhabilitado al Supremo. Cuando se levante la grande polvareda, comprobaremos si hemos perdido o no a Don Beltrán. Los pesimistas aseguran que no; los optimistas afirman que tampoco.

Inhabilitado por tan solo año y medio; a Torra le da tiempo de volver antes de la próxima convocatoria de elecciones autonómicas, previstas para las calendas griegas.

Si es que se convocan alguna vez. Torra acaba de decir que la autonomía es un engorro (un embalum) para la independencia soñada. Tiene razón, lo mejor es siempre enemigo de lo bueno.

Así, el primer “embalum” para la independencia fue la democracia. La democracia tiene normas, procedimientos, cuotas, quórums y “trossos de quóniam” variados. Fuera con ella. Se diseñó una República catalana sin democracia y se estableció una ley de transitoriedad que derogaba todas las que imposibilitaban el libre acceso a la declaración unilateral.

Vano intento. Después de la democracia, el embalum era la burocracia. Se puede suprimir también, y Torra lo haría gustoso, pero la medida no resultaría popular entre el funcionariado, hasta ahora la porción de la ciudadanía más adicta a la Idea descendida de lo alto y encarnada en la presidencia una y trina: Pujol padre, Torra hijo y Puchi espíritu santo.

Ahora el embalum es la autonomía. El globo de la independencia, lleno de gas más ligero que el aire, no gana altura debido a las fuertes amarras autonómicas que lo tienen sujeto a tierra. El gigante de la plaza Sant Jaume no renuncia al empeño; pero comprende que lo tiene crudo. Al principio todo parecía cosa de pintar en el mapa de Europa un nuevo Estado. Se nos preguntó amablemente cuál era nuestro color preferido (el rosa, por supuesto, como el champaña o la pantera). Se nos anunció que no tendríamos ejército porque somos pacíficos y pacifistas. Las JNC han rectificado también ese punto programático: tendríamos un ejército de verdad, homologado por la OTAN. El realismo sucio va tiñendo poco a poco el brilli brilli rosado de nuestros sueños.

Ahora el Supremo descalifica al President ─solo un poquito, año y medio─ y en justa correspondencia el President descalifica al Supremo, que no es más que otro embalum añadido.

Algunos nos tememos que, cuando despertemos de la pesadilla, el Torrasaurio seguirá aún ahí. Pero si no es así, lo echaremos largamente de menos. Ha puesto un poco de trepidación en la monotonía de nuestras vidas.