«Caracterizar el
movimiento independentista en Cataluña como un movimiento burgués, es un error
de análisis.» La frase está incluida en la Resolució
final del Congrés de Comunistes de Catalunya. Sobre ella se edifica la
directiva de ir a un gran Front Democràtic i Social con las fuerzas trabajadoras
y populares, capaces de dar vida a esa independencia añorada.
Hace muy poco, un
fulano despotricaba en un tuit porque en la lucha de los trabajadores de Nissan
por una solución susceptible de mantener los puestos de trabajo, los
testimonios de calle que recogía TV3 hablaban sin excepción en castellano. “No son dels nostres”, decía el tuitero.
Es reciente, de otro lado, la decisión del Govern de no incluir autores en
lengua castellana en su plan horizonte 2030 de promoción de la lectura.
Este juego de
inclusiones y de exclusiones, de “nostres” y “d’ells”, de vetos y plácets, no
ha sido analizado, ni errónea ni certeramente, por el congreso de los
comunistas. Tampoco parece haber conciencia clara de que el objetivo de la
independencia lo señaló en primerísimo lugar Artur I el Astut en 2012, a raíz
de llegar al conocimiento del público la fortuna oculta e ilícita de la familia
Pujol. El independentismo como fuga hacia adelante prendió rápidamente en las
capas burguesas bienestantes de la sociedad catalana, y fue recibido con un
fastidio nada disimulado por los sectores trabajadores y populares. El mapa de
la distribución del voto por circunscripciones, por localidades y por barrios, en
los sucesivos comicios electorales, lo demuestra de manera fehaciente.
¿Dónde está el
error en el análisis, entonces? ¿Con qué fuerzas obreras y populares cuenta
Comunistes de Catalunya para liderar un Front Democràtic i Social, inclusivo y
no excluyente de las diferencias de origen y de lengua existentes entre personas
que, todas ellas, viven y trabajan o aspiran a trabajar en Cataluña?
No he leído ningún
llamamiento a la convocatoria urgente de elecciones, quizá porque las
triquiñuelas de Torra se acomodan a los tiempos que calculan los redactores de
la resolución para sus propios preparativos electorales.
No he visto en la
resolución final ninguna contrición por el hecho de que la falera independentista haya originado una fractura profunda en el
sentimiento de catalanidad entre las clases populares y las burguesas. De que
hoy Cataluña sea una comunidad dividida, fragmentada y contrapuesta. Un mosaico
de imposibilidades.
No se adivina entonces
de dónde va a surgir, a partir del pequeño ámbito de los Comuns Podem, ese amplio
frente de izquierdas soberanistas que se propone. ¿Con el PSC y ERC, un nuevo
tripartito con otro centro de gravedad? ¿Con la CUP incluida, tal vez? El documento
pasa sin transición de las generalidades sobre el capitalismo neoliberal a la
propuesta de un Front no circunscrito, sin aclarar por qué ese Front ha de
crearse en Cataluña y no en España ─donde está ya funcionando─; ni por qué España
debe quedar al margen del movimiento salvífico de la ciudadanía que se propone.
Si piensan ustedes que
tales omisiones se deben a la casualidad o al apresuramiento, les responderé
que, en mi modesta opinión, están cayendo en un serio error de análisis.