Patio interior de la madrasa (escuela
islámica) de Bou Inania, en Meknés, Marruecos.
Hay un plan para enseñar
religión islámica en las aulas de la escuela catalana. He pulsado la opinión en
el ámbito de mis amigos de facebook, y en general las valoraciones son
negativas.
Yo también creo que
esto no va a salir bien, vaya por delante. Sin embargo, voy a romper una lanza
en favor del principio. Quienes se sientan agredidos por esa lanza, pueden
desde ya pasar a otro enlace, no me molestaré.
Alguien dijo que la
política es demasiado importante para dejársela a los políticos. Tengo por verdad
incontrastable ese principio. Los políticos profesionales son gente estimable
en muchos aspectos, pero si les dejas el mango de la sartén, te joden. Es
humano, atienden sobre todo a ellos mismos, y no a tus necesidades.
Con la religión
ocurre lo mismo. No es mala en sí misma, incluso es necesaria en un contexto de
socialidad, pero no puedes dejarla en manos de los clérigos. Te joden también.
Tanto si son
católicos, como musulmanes, como rabinos, como pastores evangélicos. Lo mismo
me da, que me da lo mismo. El punto de vista de todos ellos cuando predican
(cuando hacen catequesis, que es algo muy distinto de una clase de religión),
es un punto de vista “orientado” en el mejor de los casos; sesgado, en el peor.
Tenemos en el país
ejemplos para todos los gustos. Ejemplo de una religión orientada desde los
púlpitos: el auge de Vox y de las movidas antipolíticas. Ejemplo de una
predicación islamista desde las mezquitas: el atentado del 14-A en Barcelona,
sumado a todos los que le precedieron en la Europa cristiana, y a los que le
sucederán si una idea laica, republicana e inclusiva no remedia una situación
de marginalidad social repleta de agravios comparativos.
La escuela puede
remediar esos déficits. Sería necesario que lo hiciera tanto con los excesos de
la religión oficial como con los defectos de la religión marginal. La escuela ─la
escuela laica, pongo todo el acento en el atributo─ tiene una centralidad
insustituible para la cohesión social. La escuela es la puerta abierta para la
inclusión social y la igualdad de derechos de quienes aparecen inicialmente como
distintos y desiguales. El trabajo remunerado es el refrendo de esa inclusión y
esa igualdad forjadas en la escuela. Si se elitiza la escuela y se precariza el
trabajo, el resultado será una sociedad descohesionada, fragmentada, enfrentada,
sembrada de odios.
Normalizar la
religión islámica junto a la cristiana en la escuela pública, sin privilegios
para la una ni para la otra, sería un buen principio pedagógico. Se trataría de
asignaturas optativas, y su tratamiento no sería dogmático sino humanístico. Yo
añadiría, para asegurar el éxito de una iniciativa tan atrevida, que los
profesores no deberían ser clérigos en ningún caso. Sabemos los abusos (no
sexuales, en este caso; pero abusos de todos modos) que comete todos los días
la iglesia católica en relación con los profesores de religión, de la religión
católica, única que se imparte hasta el momento. Quitar de las manos de la
iglesia y de la mezquita la enseñanza de la religión en la escuela sería un
primer paso imprescindible. Ni concordato ni pollas en vinagre.
En familia la fe
que se enseña a los niños es la del carbonero; en los recintos religiosos, se enseña
una catequesis entre interesada y agresiva. Lo que se consigue no es
convivencia ni diálogo entre creyentes, sino otra cosa absolutamente
contraproducente.
Hay que ensayar una
vía diferente, una visión laica de las religiones, de su presencia en la
sociedad y de sus potencialidades virtuales. Hay que saber, por ejemplo, que la
situación de la mujer bajo el islamismo no viene de la doctrina contenida en el
Corán, en sí, sino de la interpretación sesgada que han hecho históricamente y
siguen haciendo los clérigos musulmanes de esa doctrina.
Como la yihad, como
tantas cosas.
Saber todos nosotros
más acerca del islamismo, promover la integración normal de la religión
islámica en una sociedad pluricultural, es un objetivo que seguramente vale la
pena, en conexión con una idea más clara y más funcional del papel central de
la educación y del trabajo en nuestra sociedad.
Pero coincido con
mis amigos de facebook en que la ley de las probabilidades (y la ley de Murphy,
por descontado) indican que esta iniciativa catalana va a salir mal.