Mesa de negociación sobre la
extensión de los ERTE. Algunas personas con problemas graves de ceguera inducida afirman
que a los sindicatos no se les ve.
Un Real Decreto-Ley
acaba de proponer una nueva regulación del trabajo a distancia. Pueden ver los
comentarios al respecto de Francisco Trillo en el blog de culto «Según Baylos».
“Trabajo a distancia” no es exactamente lo mismo que teletrabajo, es un
concepto más amplio, pero viene a cuento de la misma situación: la desaparición
progresiva del “centro de trabajo” como espacio físico en el que conviven la
oferta y la demanda de trabajo, el empleador y el empleado. Para exponerlo de
un modo sencillo: antes un hotel contrataba su propio servicio de limpieza y
fijaba con el colectivo los salarios y las condiciones de la prestación; ahora,
recurre tal vez a una oficina más o menos siniestra que le envía una brigadilla
fungible y anónima, reclutada ad hoc solo para hoy, que mañana será otro día.
La brigadilla en
cuestión, entonces, efectúa su prestación en el hotel (mañana posiblemente se dediquen a la reposición en un supermercado), pero su salario y sus
condiciones de empleo dependen de forma innegociable de la oficina siniestra, donde ni trabajan ni
probablemente han puesto nunca los pies, porque han sido “contratados” a la
rebatiña y figuran en los estadillos como “autónomos”.
Cuando los sindicatos
y los abogados laboralistas tenían ya más o menos todas las respuestas, les
cambiaron las preguntas. Las reformas laborales bendijeron la nueva situación,
desde la posición de que todo vale para fomentar el empleo.
Deteriorar el
empleo no es fomentarlo, es otra cosa.
El gobierno progresista,
los sindicatos más representativos y las asociaciones patronales están empeñados
desde hace meses, todo y pese a la pandemia de por medio, en enderezar el terrible
desaguisado perpetrado en 2012. La actividad legislativa en el terreno laboral está
resultando frenética, siempre sobre la base del consenso entre los agentes
sociales, que están haciendo en general un esfuerzo muy notable para avanzar
posiciones, porque regular (y fijar de paso) el empleo en una situación tan
crítica como la que padecemos será la mejor garantía de sacar a flote la economía
sin acentuar la desigualdad económica y social.
Mientras, las almas
de cántaro de costumbre siguen preguntándonos a todos dónde están los
sindicatos que no se les ve. O pidiendo una huelga general contra un gobierno
progresista y en una coyuntura de negociaciones intensas que van resultando fructíferas.
En contra de
cualquier manual de uso de la lucha de clases, según todos nuestros clásicos y
modernos.
No hay peor ciego que
el que no quiere ver.