miércoles, 23 de septiembre de 2020

VIVIR COMO RICOS, UNA RECOMENDACIÓN DE ROSSANA ROSSANDA

 


Soplando las velas de mi último cumpleaños, en Egáleo. Las candelas son diez, todas las que teníamos en casa, y los años 76 (7,6 años por candela). Pero lo importante es lo que hay debajo: un tiramisú creado por mi hija Albertina. Oigan, yo soy ya como los lirios del campo, ni trabajo ni hilo; pero por estas que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, probó un tiramisú como ese. (La foto la tiró con su móvil mi nieta Carmelina).

  

Ayer en FB un amigo lanzaba la pregunta irónica de si las personas de izquierda debemos permitirnos comer jamón de Jabugo.

Al respecto hay dos líneas de pensamiento: hay quien reivindica estéticamente la pobreza, quien rechaza la vida de los ricos como una excrecencia que es preciso extirpar de nuestra vida de izquierdistas como un tumor maligno.

Es una forma de hacer de la necesidad virtud.

Prefiero reivindicar justamente lo contrario: la redistribución de la riqueza, el disfrute sin complejos de todas las cosas buenas que las gentes de muchos posibles consideran “exclusivas” de los de su casta.

El comunismo no es ninguna variante del «arte povera», sea este lo que fuere. De la tesis central de la igualdad y de la puesta en común de la riqueza, no se deprende ninguna idea de renuncia, antes al contrario.

Invoco en apoyo de mi tesis un recuerdo de Rossana Rossanda. Corresponde a una entrevista de Marco d’Eramo, aparecida en MicroMega en 2017 y republicada ahora mismo, al hilo de su fallecimiento. El entrevistador pregunta por los maoístas italianos. Rossana responde que nunca entendió la actitud “eclesiástica” de algunos de ellos, que predicaban la necesidad de vivir como pobres. Y añade:

«Yo, hija del Partido comunista, tenía la idea de que era preciso vivir como si fuéramos ricos. Ya en Milán, con mis amigos del partido y del sindicato, los sábados, si no había reuniones, nos íbamos en tren a Génova para bañarnos en la Riviera. Siempre había libre alguna casa de padres donde dormir, pasábamos en barca todo el domingo, y por la tarde nos llegaba el dinero para una pizza o para un helado, y bajábamos a Portofino. Siempre he pensado que los obreros viven pobremente, y que en el tiempo breve de que disponemos, hemos de buscar, no renunciar a todo, sino tenerlo todo.»