domingo, 9 de mayo de 2021

AL LADO DE LAS PERSONAS

 


El lago Atitlán (Guatemala), con dos de sus tres volcanes como fondo. Es uno de los escenarios “exteriores” de la novela de Tessa. (Foto, Carles Rodríguez Martorell.)

 

Después de leer las pocas páginas que me faltaban, termino de componer mi pequeña excursión por “La pell girada”, novela de Tessa Julià Dinarès publicada por Editorial Gregal, en 2018. Por desgracia, la casa editora ha cerrado mientras tanto. (La propia Tessa administra los restos de la edición.)

Evitaré un spoiler inoportuno. Constato que el final que me quedaba por leer completa la parábola oculta en la arquitectura compleja de la novela. Decía ayer que se trata de una novela muy construida, en la que se ensamblan el pasado y el presente, y se explican mutuamente. El desenlace de la trama dispara el presente hacia nuevos horizontes (París, Guatemala, tal vez Argentina), y el pasado funciona como el estribo necesario para tender un puente entre lo que fue y lo que será, evitando caer en las trampas de la compasión que suelen aparecer siempre por en medio en las situaciones interpersonales.

Es importante lo de las trampas. En el diálogo silencioso que mantiene Eulàlia con su hijo Lluc a lo largo de toda la narración, esta es su forma puntual de reaccionar frente a una situación determinada, que la sobrepasa y la irrita: «Ser al costat de les persones que estimes té un preu. A partir d’ara viuria la vida al meu aire i faria el paperet quan convingués.» (Estar al lado de las personas que quieres tiene un precio. A partir de ahora viviré la vida a mi aire y disimularé cuando convenga. - P. 139) Toda la novela funciona como un desmentido de la validez de esa trampa. Mentir para no hacer daño a quienes están a tu lado no es ni saludable ni sostenible. Significa a la larga emborronar la propia vida, que es intransferible, y convertirla en una ficción para uso ajeno.

Otras cosas, quizás minúsculas, me han llamado la atención en esta lectura: la “banda sonora”, por ejemplo. Cada situación está subrayada por un hilo musical expresamente mencionado: de Compay Segundo a Dire Straits, de “Flor de Lino” a “Rien de rien”. Un lujo sonoro que acompaña al fluir de las palabras en el tiempo.

La música viene a plantearse también como una fuga (en el sentido de Bach) de las aristas destructivas de aquel debate agrio e interiorizado de los tiempos de la emersión democrática. Una pregunta de la protagonista, dirigida a nadie en particular (traduzco): «¿En qué momento el debate deja de aportar fruto y se transforma en una pelea desnuda y cruda, en tierra yerma?» (p. 137)

También, a medida que la historia avanza, hay cambios sutiles en el escenario: al principio es el casco urbano de Terrassa, sus calles recorridas muchas veces, sus centros de reunión social, los lugares cerrados de las asambleas. Desde allí, la acción deriva en buena parte hacia los paisajes de la serra de l’Obac y se remansa en entornos más naturales: una casa junto a un bosque en Vacarisses, un huerto ecológico en Talamanca, una vivienda de Matadepera reconvertida en restaurante con terraza.

Y finalmente, está un toque íntimo, esa sororidad propicia a la confidencia que se despliega de forma espontánea en las cocinas, un espacio casi privado de las mujeres. Allí se cambia y se precisa la perspectiva del mundo, al tiempo que se prepara una comida sabrosa. Un tomate mordido cumple en una escena la misma función de la magdalena de Proust; una tortilla de alcachofas bien guisada o una ensalada de pasta se convierten en elementos trascendentes para desanudar tensiones familiares entre esas personas que están “al lado”, divididas entre tres generaciones sucesivas, contrapuestas por mentalidad y por culturas diferenciadas, casi (pero solo casi) incompatibles entre ellas.