La situación
política catalana tiene fuertes semejanzas con la Liga de fútbol.
(Oigan, sé que no es serio
mezclar la política con el fútbol. Consideren esto un pecadillo esporádico,
como el del que rompe la dieta un día de celebración para zamparse una tarta de
chocolate y nata montada con guindas, y luego acude pesaroso al dietista, a
confesarse y preguntar qué remedios farmacéuticos existen para fortalecer la
voluntad y controlar mejor las pulsiones. Sigamos.)
La situación
política catalana tiene fuertes semejanzas con la Liga de fútbol.
En la Liga, los
cuatro aspirantes a la victoria final han empatado por parejas entre ellos, con
lo que todo sigue sin decidir a falta de una jornada menos de calendario. Los
cuatro equipos, Aleti, Madrí, Barça y Seviya, están razonablemente seguros de
ganar la Liga próxima, que aún no ha empezado; pero en lo que se refiere a la
presente (que aún no ha terminado), no saben/no contestan. En un estudio
concienzudo y exhaustivo realizado por mí sobre la prensa deportiva en general
y el diario Marca en particular, he llegado personalmente a la conclusión de
que los cuatro equipos candidatos dependen únicamente de sí mismos para volver
a cagarla. Es un dato sólido, fiable. Luego queda el tema arbitral. Quejarse de
los árbitros dicen que es de perdedores; en ese ejercicio, sin embargo, también
hay empate entre los aspirantes, de modo que el vencedor habrá que decidirlo a
la pajita más larga, o bien, como en Pasapalabra, acumular el fondo y destinar
el total a premiar al vencedor del próximo concurso, de modo que quien sea ganará
dos Ligas por el precio de una.
Eso en cuanto al fútbol.
Mutatis mutandis, el caso del Govern catalán es el mismo; o sea, ERC no depende
solo de sí misma para ganar el trofeo. Aragonés ha dado un ultimátum a Junts
para que respalden un gobierno en solitario. Con intención malévola lo he
llamado en otro lugar “paambtomátum”. Creo en cualquier caso que no es el primero;
incluso podría ser el cuarto o el quinto.
Pero hay una contradicción
en los términos, que Aragonés debería tener en cuenta. O sea, Junts no puede
amparar un govern de Separats per
Catalunya. La independencia exigiría correlaciones, sintonías y unanimidades
que están muy lejos de existir.
Es muy justo, lo
doy por descontado, que ERC amenace a Junts con una nueva convocatoria de
elecciones. Sería un daltabaix terrible
para la única persona que tiene asegurado hasta el momento un cargo
institucional no caducado, a saber Laura Borràs. Toda la institucionalidad
restante, con nombres y apellidos, está por definir, y los aspirantes a los
distintos cargos forcejean aparatosamente en un pantanal de arenas movedizas (el copyright de la metáfora del pantanal es
de Joan Coscubiela), donde el tremendo esfuerzo por bracear y llamar la
atención de las posibles patrullas de rescate no evita que los implicados se
vayan hundiendo cada vez un poco más, centímetro a centímetro, en el arenal sin
fondo.
La culpa de todo,
muy cierto, la tiene España, o sea los árbitros. Es otra analogía con el
fútbol. Quejarse de los árbitros será de perdedores, pero aquí siempre hemos
sido perdedores históricos, es algo que va incluido en la factura.
Si los jueces
opresores hubiesen hecho la vista gorda en lugar de pitar el penalti y sacar
las tarjetas de todos los colores, ahora estaríamos todos instalados en una
independencia confortable, mimados por Europa, referente para el mundo,
financiados a un tiempo por Israel y por los emiratos árabes, exportando
telares sin lanzadera y otros inventos de alta gama, solicitados por Silicon
Valley y a resguardo de la funesta pandemia que los desvelos de nuestros/as
gobernantes republicanos/as habrán sabido detener en los límites de nuestras
fronteras, así en el Ebro como en los Pirineos.
Sí, bueno. Y si
todo ello se retrasara hasta la próxima temporada o contienda electoral, porque
no dependemos únicamente de nosotros, es de suponer que también se guardará el
fondo acumulado en el concurso hasta que consigamos completar toda la rueda de
preguntas del abecedario de Pasapalabra.