Michelangelo Merisi, il CARAVAGGIO: ‘Conversión
de Saulo en el camino de Damasco’.
Comentaba ayer en estas
páginas la tendencia habitual (los modernos lo llaman el trending topic) de los actuales partidos políticos a bloquear eternamente
las situaciones, en lugar de buscarles esas salidas consensuadas que solían formar
parte del bagaje democrático. Pensaba en ese momento en Junts, con su vocación
decidida a obstaculizar por todos los medios el vuelo ─ni siquiera rasante─ del
gabinete de coalición en el que se ha comprometido sin comprometerse, y
despotricando desde el primer día de su compañero de viaje.
La situación podría tener
algún parecido remoto (ojo, estoy haciendo tan solo una comparación formal, y sé muy bien que son siempre odiosas; no se me tome a mal) con la actitud de UP en el gobierno Sánchez. Se alardeaba
de que esa coalición era un éxito propio y una concesión forzada de la otra
parte; los días pares tocaba sintonía de gobierno, y los impares, contradicción.
Pero ahí estaba en uno y otro caso Pablo Iglesias como garante último del
invento, y como vicepresidente.
Cuando Pablo se ha ido, quemado
por tanta exposición como venía acumulando, el tema ha empezado a reconducirse poco
a poco bajo la nueva vicepresidencia de Yolanda Díaz, mujer a la que nunca
agradeceremos bastante su disposición permanente al consenso con todos, incluso
con quienes el consenso se hace tan difícil que vienen a la boca un par de
zascas de esos que luego se reproducen en youtube y son coreados en letras de
molde en el huffington post.
Sí bueno, pero a quien
Junts ha colocado como vicepresidente de Aragonès, es a Jordi Puigneró. Excuso
aquí los calificativos y los comentarios, solo diré que Puigneró no reconoce
otra realidad sino la virtual. La realidad real, la que llamaríamos analógica
para hacernos entender incluso por el hombre de los satélites, provoca en este
individuo un rechazo frontal. Niega, por ejemplo, la existencia de Ávila y de
Alba de Tormes, que habrían sido respectivamente la cuna y el escenario de las
andanzas de una santa andariega que él sitúa, en su propia galaxia virtual, en
las proximidades de Roda de Ter y Sant Quirze de Bessora. Puigneró estaría más
cómodo en un frenopático que en un gobierno de coalición con quien sea. Pero ha
sido colocado por la autoridad competente junto a Esquerra, para arrimar el
hombro (y el codo, y la rodilla, si hace falta), de modo que el marcador no se
mueva ni por casualidad.
Llegado el caso, no duden
de que utilizará el chantaje. ¿Que no, qué va, estoy hablando a humo de pajas?
Lean el titular de El País de hoy: «El PP
ve ‘casi imposible’ renovar el poder judicial si se conceden indultos a los
presos del ‘procès’.»
Eso es puro chantaje. Ni
siquiera supone utilizar a la judicatura como moneda de cambio, porque no hay
nada que sea de más valor para Casado que el respaldo de los jueces en la
situación apurada en la que se encuentra debido a las distracciones de su
formación en los balances.
Mutatis mutandis, Junts tiene
de la política la misma concepción e idéntico desparpajo que Pablo Casado: todo
consiste en agarrarse a los resortes que se tienen a mano y prescindir de
cuestiones tales como el bien común, el progreso general y la justicia para
todos. Estamos hablando de partidos que han privatizado la política, y solo la
conciben y la manejan en función de sus intereses privados e inconfesables.
No son partidos políticos,
al menos tal y como solíamos entender ese concepto. Son pura y simplemente lobbies. Lo público les importa una
higa, el interés general les provoca ardor de estómago, y solo atienden en
apariencia a las aspiraciones de la ciudadanía en los momentos de campaña, cuando
gritan “libertad” y “no a la opresión” mientras reparten codazos a uno y otro
lado hasta situarse en la primera línea de candilejas.
No tiene un perfil muy
distinto el propio Aragonès, si hemos de juzgar por lo que le hemos oído en su
toma de posesión. Ha desdeñado ofrecer un proyecto realista y un trayecto
viable para cubrir una legislatura corta y abrupta. Se adivina que su papel se
reduce a una posta de relevo para pasar dentro de dos años la antorcha a Oriol
Junqueras.
Nadie es capaz de imaginar
qué prodigios efectuará con esa antorcha el cardenal Mazarino. Habrá que ver
para creer. Ocurre, sin embargo, que dos años son ahora mismo muchísimo tiempo,
y el tiempo se nos echa encima. No es posible seguir ni un minuto más “gobernando”
Cataluña desde la negación de la realidad y la renuncia a toda acción de
gobierno, mediante la sustitución de esta última por gritos de ánimo del tipo
de “apreteu, companys”. Eso ya lo ha hecho de forma prácticamente insuperable Quim
Torra, y el resultado es que nos encontramos donde nos encontramos.
Pere Aragonès podría
encontrar un destornillador para la situación en terrenos situados más allá de
la coalición de govern que preside, si
es capaz de trasladarse a esos terrenos y ofrecer a quien allí se encuentra lo
que es dable ofrecer desde un mando de las instituciones no condicionado por
tutelas insanas y pegajosas.
No es probable que lo
haga, a no ser que las circunstancias le empujen mucho más allá de donde, por
el momento, está dispuesto a ir por propio impulso. Pero no desesperen,
recuerden el caso de Saulo, que se cayó del caballo en mitad del camino a
Ítaca, perdón a Damasco, y aprovechó para sacar conclusiones de la nueva perspectiva que se le ofrecía, con la espalda bien pegada al suelo.