martes, 25 de mayo de 2021

PARTIDOS PÚBLICOS O LOBBIES PRIVADOS

 


Michelangelo Merisi, il CARAVAGGIO: ‘Conversión de Saulo en el camino de Damasco’.

 

Comentaba ayer en estas páginas la tendencia habitual (los modernos lo llaman el trending topic) de los actuales partidos políticos a bloquear eternamente las situaciones, en lugar de buscarles esas salidas consensuadas que solían formar parte del bagaje democrático. Pensaba en ese momento en Junts, con su vocación decidida a obstaculizar por todos los medios el vuelo ─ni siquiera rasante─ del gabinete de coalición en el que se ha comprometido sin comprometerse, y despotricando desde el primer día de su compañero de viaje.

La situación podría tener algún parecido remoto (ojo, estoy haciendo tan solo una comparación formal, y sé muy bien que son siempre odiosas; no se me tome a mal) con la actitud de UP en el gobierno Sánchez. Se alardeaba de que esa coalición era un éxito propio y una concesión forzada de la otra parte; los días pares tocaba sintonía de gobierno, y los impares, contradicción. Pero ahí estaba en uno y otro caso Pablo Iglesias como garante último del invento, y como vicepresidente.

Cuando Pablo se ha ido, quemado por tanta exposición como venía acumulando, el tema ha empezado a reconducirse poco a poco bajo la nueva vicepresidencia de Yolanda Díaz, mujer a la que nunca agradeceremos bastante su disposición permanente al consenso con todos, incluso con quienes el consenso se hace tan difícil que vienen a la boca un par de zascas de esos que luego se reproducen en youtube y son coreados en letras de molde en el huffington post.

Sí bueno, pero a quien Junts ha colocado como vicepresidente de Aragonès, es a Jordi Puigneró. Excuso aquí los calificativos y los comentarios, solo diré que Puigneró no reconoce otra realidad sino la virtual. La realidad real, la que llamaríamos analógica para hacernos entender incluso por el hombre de los satélites, provoca en este individuo un rechazo frontal. Niega, por ejemplo, la existencia de Ávila y de Alba de Tormes, que habrían sido respectivamente la cuna y el escenario de las andanzas de una santa andariega que él sitúa, en su propia galaxia virtual, en las proximidades de Roda de Ter y Sant Quirze de Bessora. Puigneró estaría más cómodo en un frenopático que en un gobierno de coalición con quien sea. Pero ha sido colocado por la autoridad competente junto a Esquerra, para arrimar el hombro (y el codo, y la rodilla, si hace falta), de modo que el marcador no se mueva ni por casualidad.

Llegado el caso, no duden de que utilizará el chantaje. ¿Que no, qué va, estoy hablando a humo de pajas? Lean el titular de El País de hoy: «El PP ve ‘casi imposible’ renovar el poder judicial si se conceden indultos a los presos del ‘procès’.»

Eso es puro chantaje. Ni siquiera supone utilizar a la judicatura como moneda de cambio, porque no hay nada que sea de más valor para Casado que el respaldo de los jueces en la situación apurada en la que se encuentra debido a las distracciones de su formación en los balances.

Mutatis mutandis, Junts tiene de la política la misma concepción e idéntico desparpajo que Pablo Casado: todo consiste en agarrarse a los resortes que se tienen a mano y prescindir de cuestiones tales como el bien común, el progreso general y la justicia para todos. Estamos hablando de partidos que han privatizado la política, y solo la conciben y la manejan en función de sus intereses privados e inconfesables.

No son partidos políticos, al menos tal y como solíamos entender ese concepto. Son pura y simplemente lobbies. Lo público les importa una higa, el interés general les provoca ardor de estómago, y solo atienden en apariencia a las aspiraciones de la ciudadanía en los momentos de campaña, cuando gritan “libertad” y “no a la opresión” mientras reparten codazos a uno y otro lado hasta situarse en la primera línea de candilejas.

No tiene un perfil muy distinto el propio Aragonès, si hemos de juzgar por lo que le hemos oído en su toma de posesión. Ha desdeñado ofrecer un proyecto realista y un trayecto viable para cubrir una legislatura corta y abrupta. Se adivina que su papel se reduce a una posta de relevo para pasar dentro de dos años la antorcha a Oriol Junqueras.

Nadie es capaz de imaginar qué prodigios efectuará con esa antorcha el cardenal Mazarino. Habrá que ver para creer. Ocurre, sin embargo, que dos años son ahora mismo muchísimo tiempo, y el tiempo se nos echa encima. No es posible seguir ni un minuto más “gobernando” Cataluña desde la negación de la realidad y la renuncia a toda acción de gobierno, mediante la sustitución de esta última por gritos de ánimo del tipo de “apreteu, companys”. Eso ya lo ha hecho de forma prácticamente insuperable Quim Torra, y el resultado es que nos encontramos donde nos encontramos.

Pere Aragonès podría encontrar un destornillador para la situación en terrenos situados más allá de la coalición de govern que preside, si es capaz de trasladarse a esos terrenos y ofrecer a quien allí se encuentra lo que es dable ofrecer desde un mando de las instituciones no condicionado por tutelas insanas y pegajosas.

No es probable que lo haga, a no ser que las circunstancias le empujen mucho más allá de donde, por el momento, está dispuesto a ir por propio impulso. Pero no desesperen, recuerden el caso de Saulo, que se cayó del caballo en mitad del camino a Ítaca, perdón a Damasco, y aprovechó para sacar conclusiones de la nueva perspectiva que se le ofrecía, con la espalda bien pegada al suelo.