En
Maribor 2018, de derecha a izquierda, tres pilares de la comunidad progresista:
Consol Hernández, Tessa Julià y Carmen Martorell.
“…
como todos los jóvenes, yo vine
a
llevarme la vida por delante.”
Jaime
GIL DE BIEDMA, ‘No volveré a ser joven’
Estoy terminando de leer una novela de Tessa Julià, “La
pell girada”. Es una obra ambiciosa, con mucha construcción interna, escrita en
dos planos temporales principales, que avanzan de forma autónoma: el presente y
los pasados sucesivos. Los pasados conforman el transcurrir de una vida
“comprometida”, digámoslo así; en el presente tiene lugar, debido a algunos
acontecimientos externos de carácter traumático, una puesta en cuestión radical
de esa vida, un replanteamiento a fondo de las opciones a disposición. La
protagonista, Eulàlia o Lali, se da cuenta de algo que hemos sentido muchos/as
de su generación: de que entregamos nuestros mejores esfuerzos al cambio
colectivo en un momento que así lo reclamaba con una gran urgencia; y dejamos,
en el “mientras tanto”, aparcadas en algún lugar muchas ecuaciones personales
sin resolver (las mujeres, sin duda, muchas más que los varones, que
arriesgábamos nuestras personas pero no nuestras familias, nuestras
tradiciones, nuestro poso cultural). Lo que se cuenta en los 28 capítulos del
libro es ese doble contraste entre, de una parte, una realidad colectiva en la
que Eulàlia supo intervenir con eficacia y empuje (empenta), pero a la que ya le cuesta reconocer y ser reconocida
por ella; y de otra parte, un ajuste de cuentas urgente con ella misma, con sus
sentimientos y con las personas más próximas a ella, en un momento en el que
grandes proyectos de vida de otra época parecen haber perdido el color y el
lustre que tuvieron, y solo pueden ser utilizados dándoles la vuelta como se
hace con un abrigo de piel raído.
Después de la escritura al dictado de una vida rica en
acontecimientos, viene a decir la autora, llega inevitablemente el momento de
las correcciones, las tachaduras, el pasar en limpio lo que se puede rescatar
del borrador que ofrece algún valor.
Volveré en estas notas sobre la obra y sobre Tessa Julià,
cuando termine las cuarenta páginas que me faltan por leer. Porque, más allá de
la anécdota íntima que desgrana ‘La pell girada’, se trata de una obra de
alcance generacional, al modo de algunas que escribió otra Teresa ilustre,
Teresa Pàmies. Las dos nos han explicado un poco mejor cómo fueron en realidad
las cosas, a quienes estuvimos a su lado en aquell
temps i aquest país.