El secretario general reelecto, Javier
Pacheco, rodeado por la nueva Ejecutiva del Sindicato, en la clausura del
Congreso de CCOO de Cataluña.
En la fiesta del Congreso
de las CCOO de Catalunya, brilló por su ausencia el recién investido president
de la Generalitat, Pere Aragonès Garcia.
Cierto que todavía no ha
tomado posesión del cargo, pero alguien debería haberle explicado la
importancia de dejarse ver en ese foro concreto, si más no, para ofrecer una
imagen visible de normalidad política. Entiendo por “normalidad” en este caso
el hecho de que el presidente de Cataluña lo es de todos los catalanes, sin
excepción, y muy en particular además de los que “aquí están, estos son, los
que aguantan la nación”.
Aragonès pudo no sentirse
preparado para el evento, pero esa no es excusa. Era preferible solventar el
expediente con una aparición breve y un deseo genérico de buena suerte en “la
fuerza de los trabajos”, lema del Congreso, que no dejar sencillamente de
aparecer. Si lo que temió el nuevo lehendakari catalán fue un abucheo, es que
no conoce el paño. Si creyó que se encontraría aislado en “territorio comanche”,
no cabe mayor distancia de la presunción a la realidad. Comisiones Obreras siempre
ha ejercido de anfitrión impecable a los políticos con mando en plaza. En el
sindicato hay un interés permanente por una sintonía mejor entre su propia esfera
autónoma, la de las relaciones sociolaborales, y la esfera de las instituciones
de gobierno, que tanta trascendencia tiene para la “fuerza” efectiva de sus
trabajos.
Y el gobierno catalán, por
su parte, necesita con urgencia complicidades y avales (hasta donde tal cosa
pueda ser posible) para una singladura que se prevé tempestuosa en el ámbito de
sus propios socios, correligionarios y aliados. Las maniobras continuadas y los
jeribeques de Puchi y su Mesa Redonda no son una forma de presión irresistible
para el nuevo gobierno; muy al contrario, tienen todo el aspecto del manoteo
desesperado de un cuerpo en caída libre. Puchi sigue señalando a todos la Luna
con el dedo extendido, pero la gente se fija más en los equilibrios deslavazados
que está haciendo en la cuerda floja.
Vamos a dejar de lado por
un momento, entonces, a los partidos políticos y el número de diputados que
cada uno de ellos tiene en el Parlament. Los partidos, dispensen ustedes la
crudeza, representan hoy muy poco, y deciden menos aún. Todos son “transversales”,
lo que significa que carecen de una base social definida que deposite en ellos
sus expectativas de prosperidad y de bienestar. Son plataformas “atrapalotodo”,
cada cual desde su posición propia en la rosa de los vientos. Y en muchos casos
no trabajan para el consenso, sino para el bloqueo político.
Este es un tema serio, a
considerar con detenimiento. Si examinamos el panorama político de la
actualidad, el único consenso que aparece como operante es el del gobierno de
la nación con los actores sociales, a saber las patronales y los sindicatos.
Los partidos políticos en diversos grados de oposición se esfuerzan
interminablemente, en una situación peligrosa para sus intereses, en poner
palos a las ruedas de cualquier negociación en curso, declamar arias de bravura
en los medios de desinformación, e inventar sin prisa pero sin pausa nuevos enemigos
ocultos de las esencias.
Parecería sensato, estando
las cosas como están, que Pere Aragonès buscara de algún modo un espacio amplio
de construcción de alternativas que incluyera a la primera organización del
país ─después del Barça─ en número de afiliados. El gran problema de esta
legislatura va a ser la construcción de alternativas, no la construcción de un
Estado propio en Cataluña. Si mira despacio a su alrededor, Aragonès descubrirá
que Cataluña “es ya” Estado, y debería serlo más aún para garantizar la buena
marcha de una política de las cosas. El gobierno central es solo gobierno
central, como su nombre indica sin equívoco posible. La centralidad no supone
ningún privilegio especial, es simplemente un ámbito más general que se
superpone, con una función de subsidiariedad, a los ámbitos más particulares de
cada territorio autónomo (lo de “autónomo” también debería quedar muy claro).
Si cada cual acierta a
estar en su sitio, las cosas se moverán en la dirección deseada. El sitio de
Aragonès, el pasado fin de semana, estaba, aunque fuera solo por un cuarto de
hora y un saludo genérico a las/los congresistas, en la sala de actos del
Congreso de las CCOO del país que preside.