El alumbramiento del nuevo
govern catalán ha sembrado el
desconcierto en los analistas. En apretada síntesis, ERC, después de lograr el sorpasso soñado frente a sus eternos
colegas/rivales posconvergentes, se ha conformado con un perfil bajo en el
reparto de conselleries.
Extraño. Los esquerrans no solo renuncian a imprimir
una dinámica nueva a la gobernanza de lo que sea (bien autonomía, o bien
republiqueta in pectore), sino que se
conforman con mantener el mismo papel ancilar que habían ejercido en las
sucesivas etapas anteriores.
Ahora tienen en casa al
lehendakari, eso sí. Pere Aragonès se inscribe en la lista áurea de la
institución que en su origen fue descrita como el Cos Místich, el Cuerpo Místico, de Cataluña. (Entre paréntesis, la
ardiente metáfora demuestra que en el siglo XV ya se estilaba la rimbombancia
vacía en los calificativos. La Historia nos dice que aquella Generalitat
prístina se limitó a acceder una y otra vez a las peticiones de más dinero de
los soberanos Trastámaras, pero siempre, eso sí, después de un largo regateo.)
Esquerra habría preferido
el fuero, la firma en el margen inferior del pergamino que proclama su
legitimidad, al huevo, considerando como tal los puestos de dirección en la
sala de máquinas. Solo queda bajo su control una conselleria importante, la de Interior, que conlleva el siempre espinoso
trato con el cuerpo de los Mossos, en particular cuando los alegres pirómanos
de los alrededores de la CUP vuelvan a desmadrarse (y es fácil vaticinar que no
tardarán mucho en hacerlo).
Este escenario tiene sus
consecuencias. El estilo posconvergente de “hacer país” ha consistido
tradicionalmente en favorecer generosamente a las amistades, y hacerse pagar
los favores con la misma generosidad. Do
ut des. Artadi puede intentar una política económica de mayor respiro, pero
es dudoso que tal cosa sea bien vista por la corte celestial de Waterloo,
donde, del mismo modo que en las gloriae
in excelsis bíblicas, son muchos los llamados y en cambio pocos (relativamente)
los elegidos. Habrá serios problemas y muchas interferencias en el manejo de las
listas de espera.
Tengo una hipótesis de
explicación de lo sucedido, pero si no les gusta no se preocupen, también tengo
otras. Según esta hipótesis en concreto, Esquerra prefiere por el momento no implicarse
a fondo en el día a día de la gobernanza, en la refriega parlamentaria con una
oposición que se va a poner impertinente, y en la respuesta a esas llamadas de
Madrid siempre con gritos y con prisas.
Aragonès, como saben
ustedes, es un telonero en esta velada de boxeo; un peso pluma, para entendernos.
El combate estelar anunciado, para el que ya se ha colgado el letrero de “no
hay billetes”, es la disputa del campeonato de los pesos pesados por la Independència,
entre Puigdemont y Junqueras.
Pero en este momento
preciso, Oso Yunqui está en el talego mientras que Zorro Puchi está fuera y con
capacidad de mover hilos. Ergo no es conveniente para Esquerra precipitar los
acontecimientos. Si las gestiones subterráneas que se llevan a efecto a la
sombra de los leones de la Carrera de Dondeyomesé concluyeran a medio plazo de
forma satisfactoria, la situación sería la contraria: tendríamos a Yunqui en el
país y operativo, en tanto que Puchi seguiría por tiempo indefinido ausente di pirsona y con las manos atadas, tal
vez incluso privado definitivamente de la caja de resonancia del Parlamento
europeo. Entonces sería el momento para Esquerra de reclamar competencias
jugosas, y mientras tanto se ahorra el desgaste de una etapa difícil, que
generará insatisfacción y levantará ampollas.
Repito que es solo una hipótesis,
y hay otras posibles. Ruego a mis lectoras/es, conocidas/os por su poderosa e
insobornable capacidad crítica, que no se ensañen demasiado conmigo. A cambio,
prometo que el próximo día hablaremos del gobierno, como decían Tip y Coll al
final de cada uno de sus shows.