martes, 18 de mayo de 2021

NO HAY BILLETES


 

El alumbramiento del nuevo govern catalán ha sembrado el desconcierto en los analistas. En apretada síntesis, ERC, después de lograr el sorpasso soñado frente a sus eternos colegas/rivales posconvergentes, se ha conformado con un perfil bajo en el reparto de conselleries.

Extraño. Los esquerrans no solo renuncian a imprimir una dinámica nueva a la gobernanza de lo que sea (bien autonomía, o bien republiqueta in pectore), sino que se conforman con mantener el mismo papel ancilar que habían ejercido en las sucesivas etapas anteriores.

Ahora tienen en casa al lehendakari, eso sí. Pere Aragonès se inscribe en la lista áurea de la institución que en su origen fue descrita como el Cos Místich, el Cuerpo Místico, de Cataluña. (Entre paréntesis, la ardiente metáfora demuestra que en el siglo XV ya se estilaba la rimbombancia vacía en los calificativos. La Historia nos dice que aquella Generalitat prístina se limitó a acceder una y otra vez a las peticiones de más dinero de los soberanos Trastámaras, pero siempre, eso sí, después de un largo regateo.)

Esquerra habría preferido el fuero, la firma en el margen inferior del pergamino que proclama su legitimidad, al huevo, considerando como tal los puestos de dirección en la sala de máquinas. Solo queda bajo su control una conselleria importante, la de Interior, que conlleva el siempre espinoso trato con el cuerpo de los Mossos, en particular cuando los alegres pirómanos de los alrededores de la CUP vuelvan a desmadrarse (y es fácil vaticinar que no tardarán mucho en hacerlo).

Este escenario tiene sus consecuencias. El estilo posconvergente de “hacer país” ha consistido tradicionalmente en favorecer generosamente a las amistades, y hacerse pagar los favores con la misma generosidad. Do ut des. Artadi puede intentar una política económica de mayor respiro, pero es dudoso que tal cosa sea bien vista por la corte celestial de Waterloo, donde, del mismo modo que en las gloriae in excelsis bíblicas, son muchos los llamados y en cambio pocos (relativamente) los elegidos. Habrá serios problemas y muchas interferencias en el manejo de las listas de espera.

Tengo una hipótesis de explicación de lo sucedido, pero si no les gusta no se preocupen, también tengo otras. Según esta hipótesis en concreto, Esquerra prefiere por el momento no implicarse a fondo en el día a día de la gobernanza, en la refriega parlamentaria con una oposición que se va a poner impertinente, y en la respuesta a esas llamadas de Madrid siempre con gritos y con prisas.

Aragonès, como saben ustedes, es un telonero en esta velada de boxeo; un peso pluma, para entendernos. El combate estelar anunciado, para el que ya se ha colgado el letrero de “no hay billetes”, es la disputa del campeonato de los pesos pesados por la Independència, entre Puigdemont y Junqueras.

Pero en este momento preciso, Oso Yunqui está en el talego mientras que Zorro Puchi está fuera y con capacidad de mover hilos. Ergo no es conveniente para Esquerra precipitar los acontecimientos. Si las gestiones subterráneas que se llevan a efecto a la sombra de los leones de la Carrera de Dondeyomesé concluyeran a medio plazo de forma satisfactoria, la situación sería la contraria: tendríamos a Yunqui en el país y operativo, en tanto que Puchi seguiría por tiempo indefinido ausente di pirsona y con las manos atadas, tal vez incluso privado definitivamente de la caja de resonancia del Parlamento europeo. Entonces sería el momento para Esquerra de reclamar competencias jugosas, y mientras tanto se ahorra el desgaste de una etapa difícil, que generará insatisfacción y levantará ampollas.

Repito que es solo una hipótesis, y hay otras posibles. Ruego a mis lectoras/es, conocidas/os por su poderosa e insobornable capacidad crítica, que no se ensañen demasiado conmigo. A cambio, prometo que el próximo día hablaremos del gobierno, como decían Tip y Coll al final de cada uno de sus shows.