viernes, 28 de mayo de 2021

LA SANTA COMPAÑA DE LOS JUECES

 


La Santa Compaña (fuente, TourGalicia)

 

Podría yo intentar argumentar la conveniencia (ojo, no la necesidad) del indulto a los condenados del procès catalán, pero no lo haría mejor que, por orden de aparición en mi pantalla, José Luis López Bulla, Enrique Lillo y Antonio Baylos en un pas à deux, y finalmente Albert Recio. Lo que ellos han escrito, lo suscribo de muy buena gana. Quiero subrayar que se trata de personas que no se han distinguido precisamente por su benevolencia hacia el independentismo catalán. Todo lo contrario. Es también mi caso, por si hacía falta aclararlo.

Comento, pues, únicamente dos cuestiones incidentales sobre el tema. Una es la objeción de la cautela, repetidamente formulada a lo largo del día de ayer, desde posiciones de izquierda. A saber, el indulto pone un arma muy potente en manos de la derecha y la ultraderecha, y Sánchez podría verse descabalgado del gobierno por un rebote violento del que formaría parte el “fuego amigo” de los González, Bono, Page o Susana.

Cierto, en ese peligro estamos desde la mismísima moción de censura. El Covid provocó un meneo grandísimo en favor de una Gran Coalición (PSOE “clásico” más PP), o alternativamente de un gobierno neutral “de sabios” que se planteara como único objetivo arreglar los destrozos más importantes en la economía (en el PIB, diríamos mejor, que no es la economía sino un subproducto adulterado de la misma), para de inmediato convocar nuevas elecciones. Superado aquel primer brote de pánico, que afectó incluso a algunos primeros espadas de la izquierda plural, entramos en una fase distinta, que no ha sido precisamente de apaciguamiento. Se nos ha ido a su casa un vicepresidente particularmente combativo, debido a las quemaduras de tercer grado provocadas por una sobreexposición a toda clase de trápalas y juego sucio por parte de la oposición abierta o emboscada; y ahora mismo tenemos a la vicepresidenta que le sucedió, en reposo forzoso por prescripción médica, sin duda debido a motivos muy parecidos. La cautela en el tema de los indultos no supondría, en mi opinión, ninguna tregua en la rabiosa ofensiva por el poder político de la derecha establecida más la ultraderecha. Y la retirada de la propuesta pondría asimismo un nuevo argumento en sus manos: “¡Duro ahí, que ya ceden!”

En todo este asunto está teniendo un protagonismo desmedido y nefasto el poder judicial. Primero, Pablo Casado advirtió de que con indulto no habría consenso para la renovación del CGPJ. Es decir, el ejercicio de una potestad perfectamente constitucional del gobierno acarrearía un nuevo incumplimiento de su obligación constitucional por parte del primer partido de la oposición. Asombroso. Pero luego, además (“para más inri”, como decía mi madre), el propio poder judicial se ha pronunciado, sin corresponderle hacerlo, en favor de quien quebranta la Constitución y en contra de quien la cumple.

Con un par. No es la reforma de la Constitución lo más urgente en este momento (acabaría como el legendario rosario de la aurora), sino la reforma del poder judicial y de los procedimientos legales para su elección.

Los jueces están saliendo en procesión, como la Santa Compaña en sus cabalgatas nocturnas por los bosques celtas, para meter el miedo en el cuerpo de los pecadores.

No es la primera vez que lo hacen. Estas ánimas del purgatorio democrático son fastidiosamente prepotentes. Y volverán a hacerlo, ellos también. No lo duden.