sábado, 1 de mayo de 2021

EL CEMENTERIO MARINO


Junto a la tumba de Georges Brassens, en el cementerio marino de Sète, cantado por Paul Valéry. No estábamos solos, unas mujeres cargadas de flores se apartaron con discreción para dejar que viviéramos unos instantes de intimidad con los poetas muertos (foto, Carmen Martorell).

 

Et qu'au moins si ses vers valent mieux que les miens
Mon cimetière soit plus marin que le sien …

G. BRASSENS, ‘Súplica para ser enterrado en la playa de Sète’

 

Paul Valéry se extasió en su momento con el cementerio dispuesto en anfiteatro frente al mar, en Sète, su ville natale. No es ciertamente el único en el mundo (a mí me pareció bellísimo el de Luarca, en Asturias, y es solo un ejemplo), pero la idea de asociar el eterno descanso con la mar infinita y cambiante (“la mer, la mer, toujours recommencée”, como lo expresó muy justamente Valéry en la composición que dedicó al lugar) merece todas las alabanzas.

George Brassens, poeta como Valéry y también sétois, dio otra vuelta de tuerca a la idea, al pedirse una tumba en la mismísima playa de la Corniche. Un túmulo discreto dispuesto “en sándwich” entre el cielo y el agua, “une bonne petite niche”. La modesta elevación de arena iría provista de un pino (pin-parasol de preferencia) en la parte superior para evitar insolaciones entre los amigos que acudieran al lugar para acompañarle en algún rato perdido durante sus eternas vacaciones.

Su súplica no fue escuchada por las autoridades competentes, pero de todos modos él dispone de un excelente alojamiento, cercano al templete bajo el que descansa el propio Valéry. Es lícito pensar que los dos maestros ─el paladín de la poesía pura y el juglar de la Porte des Lilas, en los suburbios parisinos─ dialogan de vez en cuando sobre sus cosas, con la mirada perdida en ese mar azul que constantemente recomienza. Carmen y yo fuimos a visitarles en 2010, en una larga excursión de “temps retrouvé”, de reencuentro con el tiempo de nuestros veranos de los años ochenta en el Midi.

La tumba de Tonton Georges estaba cuajada de flores, y dos mujeres que venían cargadas de ellas no sabían dónde colocar las suyas sin apartar ni desmerecer las ofrendas anteriores. Charlamos brevemente. Para nosotros era la primera visita al Maestro, ellas nos dijeron que bajaban a visitarle todos los veranos desde la Île-de-France. Difícil pensar en un plan mejor para los meses calurosos.