lunes, 17 de mayo de 2021

CRECIMOS EN UN MUNDO DE DERECHAS

 


Jornades catalanes de la Dona, Universidad de Barcelona, Mayo 1976

 

La juventud europea se derechiza, según se señala en un artículo de La Vanguardia que comenta, en su blog de culto y con su profundidad habitual, José Luis López Bulla (1).

Los/las jóvenes tienden a mimetizarse con el entorno. Sería entonces más justo señalar que es Europa la que tiende a derechizarse de una manera preocupante. Hay remedios y antídotos patentados para sanar esa enfermedad general, que está llevando a un cierto acomodo de las perspectivas de las personas (jóvenes y no tan jóvenes), combinado con una pérdida neta de conciencia colectiva.

Pérdida de conciencia de clase, por supuesto y en primer lugar, porque el trabajo ha dejado de ser un vínculo fuerte entre las personas sujetas a unas mismas condiciones laborales para la producción conjunta de unos mismos bienes o servicios. Se han fragmentado los procesos productivos; se han externalizado fases enteras de los mismos; se han multiplicado la lejanía de los lugares de trabajo entre sí, más la división de las tareas, sus condiciones y sus retribuciones; y se ha sometido todo ese conjunto marcado por la desigualdad entre los participantes, a un control y una exigencia individual crueles, mediante dispositivos informáticos imposibles de engañar ni de soslayar.

Todo ese tremendo seísmo en el sistema productivo ha tenido consecuencias en las personas, por supuesto. Richard Sennett lo ha explicado en un libro ya clásico, “La corrosión del carácter”.

Pero la marea individualista y la pérdida del horizonte colectivo han llegado más lejos. Hoy existen, por poner un solo ejemplo, no uno, sino varios feminismos, algunos en guerra entre sí. Mark Lilla cita como síndrome agudo de esta situación el Manifiesto (1977) del colectivo de mujeres lesbianas de color de Combahee River, que postulaba la reivindicación exclusiva de su propia identidad (“lesbianas” y “de color”), desvinculándose de cualquier solidaridad con las luchas feministas enfocadas desde parámetros más generales.

Tampoco, fuerza es reconocerlo, existe un ideal común de orden generacional, algo que agrupe a los jóvenes bajo una bandera, como pudieron hacerlo en su momento la guerra de Vietnam (y la consiguiente recluta de jóvenes varones estadounidenses) o, en un orden de cosas muy distinto, los conciertos de los Beatles, o los Stones, u otros grupos musiqueros. Falta incluso un lenguaje común, una jerga juvenil, que existía pero se ha ido diluyendo en la medida en que los movimientos culturales juveniles han perdido fuerza y representatividad.

La conciencia de las/los jóvenes se despierta siempre “a la contra”. Esa cualidad general es nociva en particular en el fenómeno del “botellón”, por ejemplo, objetivamente malsano a efectos de difusión de virus, pero asumido colectivamente por muchos jóvenes como un símbolo de “libertad” frente a las trabas “burocráticas” de una norma sanitaria prudente.

Para mi generación, esa libertad viró de forma drástica a la izquierda en la forma de oposición al franquismo. Las Comisiones Obreras iniciales fuimos un movimiento sociopolítico esencialmente joven, nacido en las fábricas y acompañado en las aulas por la lucha de las/los estudiantes en las universidades franquistas. Un estudio dirigido por el historiador Javier Tébar, “Resistencia ordinaria. La militancia y el antifranquismo catalán ante el Tribunal de Orden Público (1963-1977)”, intenta poner cara y ojos a aquellos “enemigos evidentes” del franquismo que nos constituimos en una movilización permanente.

Los datos indican que éramos muy jóvenes. Señala Nadia Varo Moral, en un capítulo de dicho estudio, que en las sentencias del TOP (que en Cataluña afectaron a 8.068 hombres y 875 mujeres), «hubo un claro predominio de acusados entre 19 y 23 años, que representan el 39,99% del total. Las mujeres tendieron a ser más jóvenes que los hombres, puesto que en el caso de ellas la edad media era de 25,1 años, mientras que en el caso de los hombres era de 28,4 años.»

En cuanto a la militancia, los grupos más numerosos fueron los correspondientes a CC.OO. (423), seguidos por el PSUC (148). Por sectores económicos, encabezan la estadística los trabajadores del Metal (313) y la Construcción (160). Los estudiantes represaliados fueron 412, destacando porcentualmente las mujeres (35,29% del total) respecto de los hombres (21,05%).

No fuimos superhombres ni supermujeres. Encontramos un espacio común de libertad que explorar juntos y juntas, e interactuamos de todas las formas posibles, arramblando en el proceso con todos nuestros prejuicios residuales, nuestra educación religiosa, nuestro machismo explícito. Crecimos como personas en esa pelea. Ahora el mismo proceso podría ─debería─ repetirse. Mimbres hay, solo falta ponerse a hacer el cesto.

 (1)  http://lopezbulla.blogspot.com/2021/05/la-juventud-se-nos-va.html