martes, 4 de mayo de 2021

OBLADÍ OBLADÁ

 


La nueva Moreneta.


Los/las madrileños/as forman en estos momentos largas colas para votar en los colegios electorales primorosamente dispuestos, aunque es dudoso que todo ello sirva para algo, ya que se nos dice que el resultado de la elección lo dará un robot. ¿Por qué un robot, y no Francino? La situación me recuerda el reproche de la vaca a la que estaban practicando la inseminación artificial en una macro granja: «¿Así no más, sin un besito siquiera?»

(No olviden hacer constar en sus plataformas reivindicativas para comicios próximos, en cualquier lugar que sea, la prohibición taxativa de las macro granjas. O las vacas dejarán definitivamente de confiar en nosotros. Ellas, y nosotros también, estamos por una inseminación con rostro humano. O bovino, claro.)

Lo humano tiende a diluirse en el mundo en que vivimos. No es lugar para viejos, como decía el título de la película. Bill y Melinda Gates se separan, por ejemplo. Se han dedicado juntos a obras benéficas durante 27 años, y han llegado al hartazgo. Lástima. Quizás podrían comprarse un robot y ponerlo a repartir fondos a las ONGs. Ellos se dedicarían nada más a un cómodo egoísmo con rostro humano. No lo han valorado, sin embargo.

También Pere Aragonés está a punto de tirar la toalla. Empezó el combate por la investidura con fuerza, poniéndole ganas, alardeando de tener amigos en todas partes. Vetó a Illa, se asoció con la CUP y se sentó a parlamentar con Laura Borrás mirándola un poco de arriba abajo, cuestión bastante difícil dada la posición relativa de ambos, tanto si él está en la tribuna del Parlament y ella preside la mesa, como si ambos pasean por el patio de los naranjos con las peanas al mismo nivel; si insiste en mirar a Laura a los ojos, él solo saldrá ganando una tortícolis.

Así están las cosas, obladí obladá. Como Laura se había puesto imposible, Pere ha ido a Lledoners a negociar con Jordi Sánchez, que en esa cuestión de centímetros le resulta mucho menos incómodo. Al final, por hache o por be las cosas tampoco se han arreglado. Obladí obladá, ¿qué tal si probaran a sentar las bases de una legislatura catalana con rostro humano?

Estamos en un anticlímax, en un maldito impasse. Ocurre igual que con Koeman, el entrenador de un equipo de fútbol cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, pero ya me vendrá. No se le ocurrió al hombre que podía cruzarse en su camino el Graná (algo así como la CUP en las magnitudes diferentes de la Liga), y ahora se ve obligado, obladí obladá, a reconsiderar sus opciones, sin tiempo casi para hacerlo.

A Aragonés siempre le queda el recurso de ir a unas nuevas elecciones anticipadas. A Koeman, no, no hay ligas anticipadas, pero después de cada una de ellas siempre viene por sus pasos la siguiente, y entonces la esperanza vuelve a brillar.

Obladí obladá. No desesperen, todos nuestros deseos están aún al alcance de nuestras posibilidades: en las elecciones madrileñas, en la situación catalana, en la Liga de fútbol incluso.