Una buena amiga me remite
publicidad de una casa editora que lanza en plan promoción una “Antología” de Carlos
Marx. La viñeta no da información sobre lo que se incluye, y lo que no, en
ese florilegio de pensamientos cuidadosamente seleccionados; pero, en sí, la idea
es buena. No nos damos cuenta cabal de que el hermano más listo de Groucho es
un fabricante en potencia de best-sellers, un autor promisorio que, a pesar de contar
con una larga y fiel tradición lectora, espera aún ser descubierto por el mundo
de las grandes tiradas, de la publicidad agresiva y de una distribución adecuada
tipo Amazon.
En mis tiempos jóvenes Carlos
Marx era ya muy leído, pero con poco provecho para la industria. Mayormente lo
que circulaba eran ediciones clandestinas y/o americanas (cubanas, mexicanas, argentinas),
que no se compraban sino que se compartían en círculo como los porros liados a
mano. Figúrense, esa clase de libro mazacote, sobado, de papel barato, letra
pequeña y muchas erratas. Analizaba el autor el 18 Brumario de Luis Bonaparte,
y nosotros convencidos de que se trataba de 18 Armarios sin Gil Picaporte. Un
desperdicio de afición desaprovechada.
El editor medio español
nunca se ha interesado mucho por estas delikatessen.
Aquí, en plan libro regalo, se prefiere con mucho ese otro best-seller a largo
plazo, la Biblia de Jerusalén, que se
sirve encuadernada en piel y con cantos dorados, envuelta en un papel de
celofana que jamás se desenvuelve. La Biblia es con diferencia el éxito de
ventas menos leído de la historia de la edición. Y no es que le falte potencial,
oigan, pero se cae en el defecto de vender el producto en crudo, sin elaborar,
sin adaptar al gusto dominante. No tengo noticia de que se haya lanzado nunca una
edición de una Antología de la Sagrada
Biblia, “recupere cómodamente desde su butaca favorita los versículos más punzantes del sermón de la misa dominical, que se perdió por dormirse en la Epístola. De regalo, con
cada ejemplar se incluye una separata lujosamente ilustrada con la historia de
Susana y los Viejos, que usted leerá con una sola mano.”
Marx siempre ha sido otra
cosa, algo más serio y sólido si se me permite dar una opinión; pero también ha
hecho correr ríos de tinta, como suele decirse. Lo cual no quita que pueda
resultar un gran éxito de ventas si se aplica al producto una promoción moderna
y ambiciosa, ahora que estamos por fin en el corazón de una sociedad permisiva
y la Historia, con permiso de Francis Fukuyama, ya ha finalizado totalmente, de
modo que no se vislumbran peligros por ningún lado. Veamos:
· El Capital, edición
resumida en Los Libros de Autoayuda, muy recomendable para obreros perplejos (incluye
gráficas explicativas y un audiocasete con la Internacional en seis idiomas).
·
Lea los Grundrisse, ahora en una fascinante
versión actualizada, en cómic, en fascículos coleccionables. De regalo, un lujoso
busto en marmolina del autor, que dará un toque de distinción a su recibidor.
·
Calendario Marx. Desayúnese todas las mañanas con una frase brillante del
eminente pensador. «La religión es el opio del pueblo», por ejemplo, es copyright de Marx, y no de Paulo Coelho
como generalmente se cree.
· Bibelots,
complementos y bisutería “El Barbudo de Tréveris”, marca registrada.
Etcétera.