Se constata un
fuerte repunte de la siniestralidad laboral. Desde el año 2012 el número de
accidentes de trabajo ha crecido un 12,3%, y los 276.069 siniestros registrados
en el primer semestre de 2016 representan un 8,6% más que los ocurridos en el mismo
periodo en 2015 (1).
Los sindicatos se
inquietan; los empresarios y la administración, no. «La razón fundamental es el
aumento de la actividad económica», señala el responsable de relaciones
laborales de la CEOE, Jordi García Viña, que no percibe ninguna relación
directa entre precariedad y siniestralidad, como sí señalan UGT y CCOO. Tampoco
Javier Esteban, del ministerio de Empleo, ve nada anormal en las cifras, y
apunta como posible causa del incremento el hecho de que ahora el control administrativo
es mayor. Antes había muchos accidentes que no se registraban, ahora
simplemente la contabilidad se lleva mejor. Es su diagnóstico, lo creamos o no.
Ni la patronal ni
el ministerio encuentran, sin embargo, ninguna explicación al hecho de que el
colectivo laboral más castigado por los accidentes sea el más afectado por la
precariedad en el empleo y la contratación a tiempo parcial. Son las mujeres
las que sufren el mayor número de accidentes, y los porcentajes son cuando
menos significativos: la tasa de siniestralidad ha crecido desde 2012 un 8,2%
para los varones y casi el doble, el 15%, para las mujeres.
El decalaje se acentúa
en los accidentes “in itinere”, es decir los que se producen en el trayecto de
casa al trabajo y del trabajo a casa. Las mujeres, que representan un 45,5% de
la población total ocupada, han sufrido el 56,77% de los accidentes de ese
tipo. Se trata en su mayoría de accidentes de tráfico, y llama la atención la
incidencia especial de las mujeres al volante (ellas son un 42% del total de
conductores y ostentan un 40% de siniestralidad en términos globales, pero
llegan casi al 60% en este tipo de circunstancias).
Si la CEOE y Trabajo
no perciben una relación entre el accidente y el estrés generado por una
relación laboral precaria y parcializada, bien puede ser que lo que ocurra es
que no desean percibirla. Cuando menos, sí cabe establecer una relación
objetiva en el caso de los accidentes in itinere. Los minijobs implican la
necesidad de acudir a dos o más empleos para subsistir, y si se multiplica el
tiempo necesario para los desplazamientos, se multiplican en la misma medida
las posibilidades de un accidente. Son habas contadas. La presión debida al
trabajo incierto, el estrés y la fatiga, puede ser ignorada olímpicamente por
las autoridades laborales. Supongamos entonces que las mujeres españolas tienden
a asumir riesgos con una conducción deportiva hacia y desde sus lugares de
trabajo. Pero aunque fuera así, no sería sensato acusarlas de impericia o de temeridad,
dado el altísimo rendimiento deportivo de las mujeres españolas en Río. Mireia
Belmonte, Carolina Marín, Maialen Chourraut, Ruth Beitia y las chicas de la
gimnasia rítmica son la prueba del algodón de que es preciso buscar las
razones de la siniestralidad en terrenos distintos del que representa la
calidad del factor humano implicado.
(1) Todos los datos
que se citan están extraídos del siguiente artículo de elpais, firmado por Javier
Salvatierra: http://economia.elpais.com/economia/2016/08/21/actualidad/1471780912_711738.html