Las musas no
deberían morir nunca, pero de hecho mueren. Le ha sucedido a Marianne Ihlen, la
muchacha noruega que llegó a la isla griega de Hydra en 1960 con su marido, el
escritor Axel Jensen, y su hijo de pocos años; y que vivió, allí y en otros
lugares, una larga historia de amor con el poeta y cantante canadiense Leonard
Cohen.
Dicen los
periódicos que ella inspiró a Leonard la canción “So long Marianne”. Si solo le
hubiera inspirado “esa” canción a lo largo de diez años de intermitencias del
corazón, no valdría la pena hablar del asunto. La inspiración da para mucho
más, aunque no se note demasiado en la superficie de las cosas. Ella ha
contado, por ejemplo, que se identifica más con “Bird on the wire” (El pájaro
en el alambre), porque recuerda el día en que abrieron la ventana de su
dormitorio y vieron el cable nuevo de la electricidad (hasta ese momento se
iluminaban con velas) cruzar el aire azul. La letra de la canción dice: “Como el
pájaro en el alambre, he intentado a mi manera ser libre.”
Hydra no tenía en
aquellos años agua corriente ni tráfico motorizado. Lo del agua se ha
arreglado, lo del tráfico no. Se va de una parte a otra de la isla en barca o
en burro. Es un pedazo de roca bravía plantado en el golfo Sarónico, con las
laderas del Peloponeso a la vista, hacia poniente. El agua es límpida, el sol
nunca falta. En la ciudad, el puerto concentra toda la actividad social y
comercial, y los edificios de viviendas, grandes, cuadrados y blancos, trepan
hacia el monte unidos entre sí por pasadizos empinados y por escaleras largas y
agotadoras. Leonard compró una de esas casas plantadas en lo alto, de techos
altos y grandes ventanales, y vivió en ella con Marianne hasta que los dos se
cansaron y se marcharon a Nueva York.
La canción de
Marianne habla, de hecho, de una ventana a la que ella debe asomarse para que un
poeta gitano le diga la buenaventura. También habla de un parque con lilas, algo
no tan inverosímil como pudiera parecer en Hydra.
La pasada Pascua
nos chapuzamos Carmen y yo, y nuestros nietos, en el mismo bañadero en el que
aparecen Leonard, Marianne, Axel y el niño en el verano de 1960. Sigue igual,
debajo de un baluarte con cañones inutilizados. Ahora en la parte alta hay un
restaurante llamado Sunset no sé qué. En efecto, las puestas de sol en ese
lugar son muy hermosas.
Marianne ha
fallecido. Leonard acertó a enviarle un último mensaje en el que comentaba sin acritud
y sin lloriqueos que así son las cosas, nuestros cuerpos se van haciendo
pedazos con el tiempo. Y pedía a Marianne que le tendiera la mano para acompañarlo
en el viaje que ella ha emprendido ahora y él seguirá pronto. La misma mano que
él le solicitaba en la canción para adivinarle la buenaventura.
Adiós, Marianne. So
long.