sábado, 13 de agosto de 2016

EL PÁJARO EN EL ALAMBRE


Las musas no deberían morir nunca, pero de hecho mueren. Le ha sucedido a Marianne Ihlen, la muchacha noruega que llegó a la isla griega de Hydra en 1960 con su marido, el escritor Axel Jensen, y su hijo de pocos años; y que vivió, allí y en otros lugares, una larga historia de amor con el poeta y cantante canadiense Leonard Cohen.
Dicen los periódicos que ella inspiró a Leonard la canción “So long Marianne”. Si solo le hubiera inspirado “esa” canción a lo largo de diez años de intermitencias del corazón, no valdría la pena hablar del asunto. La inspiración da para mucho más, aunque no se note demasiado en la superficie de las cosas. Ella ha contado, por ejemplo, que se identifica más con “Bird on the wire” (El pájaro en el alambre), porque recuerda el día en que abrieron la ventana de su dormitorio y vieron el cable nuevo de la electricidad (hasta ese momento se iluminaban con velas) cruzar el aire azul. La letra de la canción dice: “Como el pájaro en el alambre, he intentado a mi manera ser libre.”
Hydra no tenía en aquellos años agua corriente ni tráfico motorizado. Lo del agua se ha arreglado, lo del tráfico no. Se va de una parte a otra de la isla en barca o en burro. Es un pedazo de roca bravía plantado en el golfo Sarónico, con las laderas del Peloponeso a la vista, hacia poniente. El agua es límpida, el sol nunca falta. En la ciudad, el puerto concentra toda la actividad social y comercial, y los edificios de viviendas, grandes, cuadrados y blancos, trepan hacia el monte unidos entre sí por pasadizos empinados y por escaleras largas y agotadoras. Leonard compró una de esas casas plantadas en lo alto, de techos altos y grandes ventanales, y vivió en ella con Marianne hasta que los dos se cansaron y se marcharon a Nueva York.
La canción de Marianne habla, de hecho, de una ventana a la que ella debe asomarse para que un poeta gitano le diga la buenaventura. También habla de un parque con lilas, algo no tan inverosímil como pudiera parecer en Hydra.
La pasada Pascua nos chapuzamos Carmen y yo, y nuestros nietos, en el mismo bañadero en el que aparecen Leonard, Marianne, Axel y el niño en el verano de 1960. Sigue igual, debajo de un baluarte con cañones inutilizados. Ahora en la parte alta hay un restaurante llamado Sunset no sé qué. En efecto, las puestas de sol en ese lugar son muy hermosas.
Marianne ha fallecido. Leonard acertó a enviarle un último mensaje en el que comentaba sin acritud y sin lloriqueos que así son las cosas, nuestros cuerpos se van haciendo pedazos con el tiempo. Y pedía a Marianne que le tendiera la mano para acompañarlo en el viaje que ella ha emprendido ahora y él seguirá pronto. La misma mano que él le solicitaba en la canción para adivinarle la buenaventura.
Adiós, Marianne. So long.