La reunión de Rajoy
con Sánchez duró más o menos veinte minutos, y fue definida por el segundo como
“prescindible”. En teoría, Rajoy era quien tenía que mover ficha: él tiene el encargo
del rey de formar gobierno, y no le alcanzan los votos para una mayoría siquiera
escuálida. Su oferta a Sánchez debía ser creíble, y además urgente, dado el
plazo apremiante de los protocolos constitucionales.
No hubo oferta.
Solo un displicente: “Yo tiro palante, y tú verás qué haces.”
Esta tarde, Rajoy
insistirá en su discurso en la urgencia de la formación de un gobierno para
pilotar la nave del Estado en las turbulencias económicas. La urgencia es, al parecer, algo
que han de apreciar los demás, pero no él mismo. Para él no hay presión, y deja lo
suficientemente claro en todo momento que cuando dice “un gobierno” hay que
entender “mi” gobierno, con “mis” hechuras y “mis” condiciones.
Ese es el mensaje
inequívoco que está emitiendo un hombre que nunca se ha visto a sí mismo como
presidente del gobierno de la nación, sino como jefe indiscutido de un partido.
Y qué partido. De modo que los modales en público de Rajoy vienen a traernos
recuerdos del viejo cuento de Alí Babá, en la persona y la fachenda del capitán
de los cuarenta ladrones.
No es
imprescindible saber los pormenores de lo que se habló a lo largo de veinte
minutos de conversación prescindible. Sabemos que no hubo ofertas por parte de
quien estaba obligado a hacerlas, que no se transparentó el menor deseo de
ampliar la base de consenso para un gobierno que va a tener las cosas
difíciles. Cabe sospechar que sí hubo alguna amenaza, muy presumiblemente
velada: “A ver cómo se lo explicas a los tuyos”, y cosas por ese estilo.
La política
española no está técnicamente en un impasse. Hay fuerzas muy vivas moviéndose
en todas direcciones, por la izquierda como por la derecha. Es esta enorme
rueda de molino, esta rémora, este santón catatónico, lo que es urgente remover
de la encrucijada crítica en la que se ha plantado, porque ocupa todo el
espacio disponible y todavía se repapa en la suerte.
Es urgente la
formación de un gobierno, sí, bien sea de progreso, o continuista, o
transitorio y de circunstancias, o de salvación nacional. Pero más urgente todavía
es que no lo presida Mariano Rajoy.