jueves, 18 de agosto de 2016

O NO


Afirma Mariano Rajoy que podría llegar a acuerdos con Albert Rivera en muchas de las condiciones sine qua non que plantea Ciudadanos para apoyar su investidura. O no. Mariano tiene toda la capacidad de displicencia del autócrata. Puede hacer caso, o no, a Rivera, igual que puede hacérselo, o no, al rey, a las instituciones, al pueblo español. Depende.
Depende de su presidencial gana. Ha cogido el truquillo al período del gobierno en funciones; los demás se sienten presionados por una excepción que se alarga mes tras mes invadiendo, y corrompiendo de hecho, lo que todos pensábamos que era el funcionamiento normal de la democracia.
Mariano, ojo, como muy español y mucho español que es, también se siente presionado por esas urgencias. O no. En este “o no” reside todo el quid del asunto. El hecho es que España no responde a la solícita atención de Mariano en la medida que este espera y desea. Entonces, Mariano le devuelve a España la recíproca. Y espera. Tiene paciencia, Mariano. La misma paciencia legendaria del perro del hortelano, que ni comía ni dejaba comer. Sin inmutarse. Que se inmuten los otros, en todo caso. O no.
Que se inmute Pedro Sánchez, sobre todo. Es el traidor del drama, el hombre que se resiste a plegarse a las circunstancias impuestas por la voluntad férrea de Mariano de no moverse, de no escuchar, de no consensuar. Pedro tiene que plegarse para que Mariano no se pliegue. Es Pedro el cuello de botella que origina el atasco; Mariano no. Mariano está ahí simplemente, ese es el milagro.
Algunos analistas capaces de hilar muy fino han desentrañado en la actitud de Rajoy una estrategia de la araña dirigida a llevar la investidura al mes de octubre, cuando se hayan resuelto, se supone que en favor de sus intereses, las elecciones gallegas y las vascas, más la Diada y la cuestión de confianza en Cataluña, donde, ocurra lo que ocurra, todo será munición para el partido popular.
Tienen razón esos analistas, claro. O no. Dado que la estrategia de Mariano ha sido siempre la misma, mal se le puede acusar de posibilista o de oportunista. Cierto que ha decidido que le conviene esperar a octubre, pero sin elecciones a la vista también le habría convenido, porque en su situación todo tiempo consumido es tiempo ganado. Se ha asentado sobre los reales de las instituciones, y las manipula y las retuerce de forma que se ajusten a su permanente voluntad de seguir ahí, de tener sempiternamente en exclusiva las riendas de la caballería, por más que el precio sea la inmovilidad absoluta de la caballería, al modo de los caballos de bronce de las estatuas ecuestres, la pata izquierda delantera eternamente alzada sobre el pedestal.
La auténtica estrategia marianista es la que definió en su día Oscar Wilde: No dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana.
A lo cual, para suavizar el filo del hierro tajante de la sentencia, la retranca gallega de Mariano añade imperturbable: O sí.