sábado, 27 de agosto de 2016

CONTRA UNA RECONSTRUCCIÓN DE EUROPA DESDE EL TEJADO


Es un honor personal que Manuel Castells haya coincidido en las grandes líneas con uno de mis posts crónicamente imperfectos. Incluso los títulos son muy parecidos: yo escribí “Rumbo a Ventotene”, y él “Retorno a Ventotene” (1).
La coincidencia es anecdótica; también coincidieron, según la antigua leyenda dorada, Agamenón y su porquero. No es anecdótica, en cambio, la crítica implícita a Angela Merkel, François Hollande y Matteo Renzi por insistir en las mismas coordenadas que están provocando la desbandada de los pueblos europeos, bajo la sombra cada vez más apretada de unos nacionalismos anclados en la diferencia. Un Ventotene revisitado debería suponer la insistencia en la colaboración, en la comunidad, en los progresos más lentos o más rápidos pero a no a dos velocidades, sino a una misma velocidad para todos. La idea de los tres barandas parece ir por otro lado: más orden público, más medidas extraordinarias de seguridad, prohibición de nuevos referéndums, y prietas las filas en la defensa macroeconómica de la moneda común.
No sería un retorno a Ventotene, sino un viaje a ninguna parte. Un refuerzo de las restricciones ya considerables a la igualdad, la libertad y la fraternidad, los tres principios que han impulsado desde su definición en 1789 el paradigma del progreso de la humanidad. Un regreso a los territorios del absolutismo ilustrado, y a la construcción de una Europa por arriba y desde arriba, basada en la consolidación de los privilegios para los pudientes.
Ese matute ya no cuela. Se avecina una lucha feroz entre las derechas populistas y las izquierdas incoherentes, en la que todos saldremos perdiendo.
Salvo en una cuestión: en la caída del pináculo, estrepitosa y balsámica, de unos tecnócratas vendedores de crecepelos milagrosos que se han postulado a sí mismos como gurús omniscientes e infalibles: los Rato, los Lagarde, los Dijsselbloom, los Donald Tusk, los De Guindos y toda su ralea.