domingo, 30 de octubre de 2016

APOSTILLA PARA UN AMIGO


Me desayuno con la lectura de una entrada fechada ayer sábado y colgada de un blog amigo: «El taylorismo digital» (1). El tema es de sustancia. Aprovecho la ocasión para encargar a José Luis López Bulla un fuerte abrazo a nuestro común conocido Gualter Maldè – un caro nombre para mi corazón –, y, como el tema que ambos abordan entra en el ámbito íntimo de mis caborias personales, me atrevo a meter cuchara, en la seguridad de no ser visto como un mero entrometido ni por José Luis ni por Gualter.
Primero
Bruno Trentin ya advirtió de forma pionera acerca de la “continuación del taylorismo por otros medios” en la estela de la tercera revolución industrial. Más aún, expresó el temor de que la nueva “organización científico-técnica” en la que los mánagers intentan ahormar las características peculiares del “nuevo trabajo” con los ordenadores, conllevara una nueva “revolución pasiva” para la fuerza de trabajo organizada, semejante a la que supuso el taylorismo en la etapa anterior. Trentin, como es sabido, gustaba de utilizar categorías gramscianas en su explicación de los fenómenos novísimos que han desembocado en una mutación profunda, tanto de las formas en las que se desarrolla el trabajo, como de la esencia última del trabajo mismo, de su razón de “ser en el mundo”. Expreso el sentido del término “revolución pasiva” en pocas palabras: dado que el taylorismo digital es una construcción mental surgida de la trinchera o casamata enemiga, la del capital, el principal peligro que plantea para la fuerza de trabajo es su aceptación y asunción acrítica, porque de ese modo se ahonda más aún la situación de subordinación de todo tipo en la que se encuentra dicha fuerza d trabajo.
Segundo
La etiqueta con la que se conoce este nuevo taylorismo en los círculos empresariales es la de «dirección por objetivos». Ningún parecido con el taylorismo en lo que se refiere a la fragmentación de las tareas, el cronometraje, la supresión de gestos superfluos, el credo de la superación personal (estajanovismo en el mundo del socialismo real), etc. Ningún parecido tampoco en la estructura de las recompensas: ni incentivos o pluses de producción, ni remuneración especial de las horas extra. De hecho, en la nueva organización de la producción, tienden a desvanecerse las categorías de “jornada normal” y de “horario” (también la de “lugar de trabajo”, que tiende a hacerse ubicuo). Todas las horas trabajadas, sea en el escritorio de la empresa, en casa o en la sala de espera de un aeropuerto, pasan a ser de alguna manera “horas extra”, y pueden multiplicarse hasta el infinito, invadiendo todo el ámbito de la vida privada del trabajador e invirtiendo el sentido recto del concepto de conciliación. En virtud de los nuevos códigos de empresa, es la vida privada y familiar la que debe acomodarse a las exigencias crecientes del trabajo, y no a la inversa. Crecen las responsabilidades, y no crecen en paralelo los derechos de quienes las asumen (2).
Tercero
Alain Supiot, en un libro reciente y aún no traducido que yo sepa en España, La gouvernance par les nombres (Fayard 2015), llama “gobernanza por los números” a este nuevo taylorismo digital que sustituye las decisiones humanas por algoritmos. En el capítulo de conclusión del libro, Supiot plantea la siguiente crítica de fondo (traducción mía): «Se ha establecido un consenso para considerar que el trabajo, en sus diferentes escalones (el del individuo, el de la empresa, el de la nación y el del comercio internacional), dependía de una organización científica y técnica: ayer la del taylorismo, hoy la de la dirección por objetivos y la gobernanza por los números. Se ha ignorado así la dimensión antropológica del trabajo, entendido en el sentido amplio y concreto de inscripción, en el medio vital de los humanos, de las imágenes mentales que presiden su acción y su colaboración. Esta ignorancia tiene efectos devastadores tanto en términos de asentamiento de la razón como de creatividad y de respeto hacia nuestra ecúmene. La restauración de unos cuadros vitales institucionales sostenibles supone, pues, reencontrar por una parte el sentido de los límites – límites territoriales, pero también límites a la hybris de la acumulación y del dominio omnipotente del hombre sobre la naturaleza – y, por otra parte, el sentido de la solidaridad: de la solidaridad en y entre las diferentes comunidades humanas, pero además de la solidaridad ecológica entre la especie humana y su medio vital.» (p. 415).
Me excuso por la longitud de la cita. Si en algo ayuda la aportación al libro que está preparando un amigo, me doy por satisfecho.
 


(2) En palabras de Trentin, en una entrevista realizada por Pino Ferraris en 1997 y recogida en Llibres del Ctesc 6, Canvis i transformacions, Barcelona 2005, p. 121 (transcribo la versión catalana, de Albertina Rodríguez Martorell: «La crisi del sistema, des del punt de vista dels subjectes, ha fet que el treball, subordinat o parasubordinat, es carregui de noves responsabilitats sense reconèixer a les persones que traballen els drets generats a partir d’aquestes responsabilitats. Abans no hi havia drets i no hi havia responsabilitats: l’empresa pensaba a tot. Avui, fins i tot el treballador de la cadena de muntatge té una càrrega de responsabilitats completament noves. És la producció ágil…)