Me desayuno con la
lectura de una entrada fechada ayer sábado y colgada de un blog amigo: «El
taylorismo digital» (1). El tema es de sustancia. Aprovecho la ocasión para
encargar a José Luis López Bulla un fuerte abrazo a nuestro común conocido
Gualter Maldè – un caro nombre para mi corazón –, y, como el tema que ambos abordan
entra en el ámbito íntimo de mis caborias personales, me atrevo a meter cuchara,
en la seguridad de no ser visto como un mero entrometido ni por José Luis ni
por Gualter.
Primero
Bruno Trentin ya advirtió
de forma pionera acerca de la “continuación del taylorismo por otros medios” en
la estela de la tercera revolución industrial. Más aún, expresó el temor de que
la nueva “organización científico-técnica” en la que los mánagers intentan
ahormar las características peculiares del “nuevo trabajo” con los ordenadores,
conllevara una nueva “revolución pasiva” para la fuerza de trabajo organizada,
semejante a la que supuso el taylorismo en la etapa anterior. Trentin, como es
sabido, gustaba de utilizar categorías gramscianas en su explicación de los fenómenos
novísimos que han desembocado en una mutación profunda, tanto de las formas en
las que se desarrolla el trabajo, como de la esencia última del trabajo mismo, de
su razón de “ser en el mundo”. Expreso el sentido del término “revolución
pasiva” en pocas palabras: dado que el taylorismo digital es una construcción mental
surgida de la trinchera o casamata enemiga, la del capital, el principal peligro
que plantea para la fuerza de trabajo es su aceptación y asunción acrítica, porque
de ese modo se ahonda más aún la situación de subordinación de todo tipo en la
que se encuentra dicha fuerza d trabajo.
Segundo
La etiqueta con la
que se conoce este nuevo taylorismo en los círculos empresariales es la de
«dirección por objetivos». Ningún parecido con el taylorismo en lo que se
refiere a la fragmentación de las tareas, el cronometraje, la supresión de
gestos superfluos, el credo de la superación personal (estajanovismo en el
mundo del socialismo real), etc. Ningún parecido tampoco en la estructura de
las recompensas: ni incentivos o pluses de producción, ni remuneración especial
de las horas extra. De hecho, en la nueva organización de la producción, tienden
a desvanecerse las categorías de “jornada normal” y de “horario” (también la de
“lugar de trabajo”, que tiende a hacerse ubicuo). Todas las horas trabajadas, sea
en el escritorio de la empresa, en casa o en la sala de espera de un
aeropuerto, pasan a ser de alguna manera “horas extra”, y pueden multiplicarse
hasta el infinito, invadiendo todo el ámbito de la vida privada del trabajador
e invirtiendo el sentido recto del concepto de conciliación. En virtud de los
nuevos códigos de empresa, es la vida privada y familiar la que debe acomodarse
a las exigencias crecientes del trabajo, y no a la inversa. Crecen las
responsabilidades, y no crecen en paralelo los derechos de quienes las asumen
(2).
Tercero
Alain Supiot, en un
libro reciente y aún no traducido que yo sepa en España, La gouvernance par les nombres (Fayard 2015), llama “gobernanza por
los números” a este nuevo taylorismo digital que sustituye las decisiones humanas
por algoritmos. En el capítulo de conclusión del libro, Supiot plantea la
siguiente crítica de fondo (traducción mía): «Se ha establecido un consenso
para considerar que el trabajo, en sus diferentes escalones (el del individuo,
el de la empresa, el de la nación y el del comercio internacional), dependía de
una organización científica y técnica: ayer la del taylorismo, hoy la de la
dirección por objetivos y la gobernanza por los números. Se ha ignorado así la
dimensión antropológica del trabajo, entendido en el sentido amplio y concreto
de inscripción, en el medio vital de los humanos, de las imágenes mentales que
presiden su acción y su colaboración. Esta ignorancia tiene efectos
devastadores tanto en términos de asentamiento de la razón como de creatividad
y de respeto hacia nuestra ecúmene. La restauración de unos cuadros vitales institucionales
sostenibles supone, pues, reencontrar por una parte el sentido de los límites –
límites territoriales, pero también límites a la hybris de la acumulación y del dominio omnipotente del hombre sobre
la naturaleza – y, por otra parte, el sentido de la solidaridad: de la
solidaridad en y entre las diferentes comunidades humanas, pero además de la
solidaridad ecológica entre la especie humana y su medio vital.» (p. 415).
Me excuso por la
longitud de la cita. Si en algo ayuda la aportación al libro que está preparando
un amigo, me doy por satisfecho.
(2) En palabras de
Trentin, en una entrevista realizada por Pino Ferraris en 1997 y recogida en
Llibres del Ctesc 6, Canvis i
transformacions, Barcelona 2005, p. 121 (transcribo la versión catalana, de
Albertina Rodríguez Martorell: «La crisi del sistema, des del punt de vista
dels subjectes, ha fet que el treball, subordinat o parasubordinat, es carregui
de noves responsabilitats sense reconèixer a les persones que traballen els
drets generats a partir d’aquestes responsabilitats. Abans no hi havia drets i
no hi havia responsabilitats: l’empresa pensaba a tot. Avui, fins i tot el treballador
de la cadena de muntatge té una càrrega de responsabilitats completament noves.
És la producció ágil…)