lunes, 17 de octubre de 2016

EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO


El Sunday Times, según informa la prensa, ha dado publicidad a un artículo inédito de Boris Johnson en defensa de la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea. Los argumentos eran atinados, y han cobrado mayor fuerza después de lo realmente ocurrido, porque en buena parte lo anticipaban. Pero Johnson solo escribió ese texto para reflexionar sobre el problema y elegir el modo más eficaz de rebatir los argumentos europeístas que se le habían ocurrido. Fue uno de los defensores más furibundos del Brexit, y hoy, con esa carga de responsabilidad a cuestas, es ministro de Asuntos Exteriores de un país obligado a corto plazo a sumergirse hasta el cuello, si no más arriba, en unos asuntos exteriores sulfurosos.
Algo parecido está ocurriendo con el PSOE. Los argumentos comprensibles y posiblemente valiosos que se hicieron valer en un momento determinado para adoptar una posición unánime de “No es No”, ahora son arrinconados en el armario trastero. Una abstención en la investidura de Mariano Rajoy es descrita como un prudencial paso a un lado (ni siquiera un paso atrás) para desplegar después en las Cortes toda una cortina artillera parlamentaria con la que forzar concesiones significativas de progreso al PP gobernante.
Música celestial. Está de un lado el talante personal de Rajoy, que siempre ha preferido evitar los debates parlamentarios y sustanciar por la vía del decreto y sin publicidad todos los asuntos que considera “de gabinete”. Lo ha hecho cuando contaba con un rodillo parlamentario imbatible: figúrense ahora.
Y en lo que no baste, la oposición parlamentaria tampoco podrá controlar la actuación del gobierno porque el senado, con mayoría absoluta popular, va a cerrar la tenaza desde la contraparte. No es por tanto cuestión de invocar el libre juego de mayorías y minorías en una democracia parlamentarista hipotética, cuando tal cosa es inviable en las circunstancias reales y precisas en las que nos movemos.
Sin contar con que Mariano, fiel lector de “Marca”, es un forofo del catenaccio. Apostar porque tendrá una actitud flexible en las tormentas presupuestarias que se avecinan, es desconocer el hecho comprobable de que su actitud y sus posiciones se han mineralizado a lo largo de su etapa de gobierno. Empleo el término “mineralizado” porque algunos me acusarían de exagerado si escribiese “fosilizado”. Pero solo veo piedra caliza allí donde tal vez en tiempos hubo signos de vida.
Mariano Rajoy es el enemigo público número uno de nuestra democracia. No voy a repetir los datos de su currículum, porque son de sobra conocidos. Tan conocidos que produce cierto estupor que voces muy reconocibles del aún primer partido de la oposición defiendan la abstención en su investidura “por el bien de España” y de la “gobernabilidad”. Se entiende, aunque no insistan mucho en este punto, que por el bien del grupo parlamentario también, dado que en unas terceras elecciones consecutivas la mengua de votos socialistas podría ser muy sensible y dolorosa.
Pero de una parte, la situación del partido no se soluciona con un “Virgencita, que me quede como estoy”, y de otra, en este envite están en juego cuestiones mucho más trascendentes que la permanencia en el escaño de unos cuantos diputados. El hecho de que algunos sigan considerando taxativamente preferible dar un cheque en blanco a la derecha pulcramente vestida pero maloliente, antes que tender puentes hacia la izquierda gritona y despeinada, no es más que un síntoma más de la difícil encrucijada en la que se encuentra el PSOE.