miércoles, 12 de octubre de 2016

EL PAÍS ES UNA PIÑA; LOS DIVIDIDOS SON LOS OTROS


La bronca se ha trasladado con toda naturalidad desde la camiseta de Piqué a la celebración del día de la Hispanidad. Siempre con las banderas por delante. En el partido con Italia, un grupo de españoles agitaba banderas rojigualdas con el logo muy visible de una marca de neumáticos. A nadie le pareció que debieran ser retiradas, ni se ha denunciado el hecho a la FIFA, que yo sepa. Hay una confusión muy grande sobre el alcance y las formas del respeto a los símbolos, paralela a una discriminación muy taxativa entre los símbolos que merecen ser objeto de homenaje, siquiera sea sui generis, y los que en cambio deben ser denunciados sin tardanza por escándalo público en el cuartelillo o la comisaría más próximos.
En el desfile de las Fuerzas Armadas de hoy en Madrid hemos visto a la presidenta de la Comunidad enarbolando un artilugio describible como paraguas patriótico. Lucía los colores de la bandera española. Con el escudo preceptivo que consta en la Constitución. Tal vez Cifuentes llevaba también las bragas a juego. Es una forma idiosincrásica de honrar los símbolos patrios.
En el otro platillo de la balanza: durante la manifestación en favor de la Unidad de la Patria que ha tenido lugar esta mañana en Barcelona se han quemado esteladas. No habrá sanción, seguro, aunque sí se ha encontrado al juez consabido que ha prohibido al consistorio de Badalona trabajar un festivo. No alabo la decisión del ayuntamiento, me limito a señalar que no se persigue la misma conducta con la misma celeridad cuando quien la practica es un empresario de la construcción, pongamos. En este país, la primera ley fundamental es la del embudo.
Cabe preguntarse qué unidad es entonces la que se predica desde las tribunas y los púlpitos; parece que la consigna sigue siendo vencer, no convencer.