Oliver Hart,
británico de 68 años, profesor en la Universidad de Harvard, EE UU, estaba seguro
de que sus aportaciones a la teoría de los contratos le depararían algún año el
Nobel de economía. Sus palabras al enterarse de que en efecto así ha ocurrido, han
sido las siguientes: «Me desperté a eso de 4:40 y me preguntaba si
se estaba haciendo demasiado tarde para que éste fuera el año... Pero luego,
afortunadamente, sonó el teléfono.»
No deja de
ser significativo que el Banco de Suecia (no, el llamado Nobel de Economía no
lo concede la Academia ni lo financia la Fundación Nobel) haya elegido para el
galardón a Hart el año 2016, el “año perdido” por excelencia, ya señalado antes
de la nominación del ilustre profesor por acontecimientos surrealistas tales
como el referéndum del Brexit, el acuerdo de la UE sobre los refugiados, el
autogolpe de estado de Erdogan, la ausencia de acuerdos para instalar un
gobierno en España, la implosión del PSOE, el pollo de la camiseta de Piqué que
cortó las mangas para eliminar una bandera española que no existía, o incluso
la no imposible eventualidad de que Donald acabe robándole la cartera a Hillary,
la meta en la cárcel y lo celebre construyendo un muro de separación a lo largo
de la frontera con México.
No tiene nada de
malo teorizar sobre los contratos, me apresuro a aclarar. Oliver Hart y Bengt
Holmström gozan, tal vez para dar ejemplo, de sendos excelentes contratos, el
primero en Harvard como queda dicho y el segundo en el mítico MIT, el Instituto de
Tecnología de Massachusetts. No debe ser ajeno a esa razón el que sus estudios
sobre los contratos sean un tantico especiales. «Se trata, explicó Holmström,
de pensar en todas las partes involucradas para que un contrato sea una
situación en la que ganan todos.»
Parece prometedor,
pero de inmediato Antonio Maqueda, el periodista que firma la información en
elpais, rebaja las expectativas del lector al describir así los trabajos
merecedores del galardón: «La Teoría de los Contratos analiza cómo se elabora la contratación
y sus diversos efectos, sobre todo en el mundo de la empresa. Por ejemplo,
estudia si los profesores o funcionarios de prisiones deben tener retribuciones
fijas o variables. O si un hospital debería tener una gestión pública o
privada. También desarrolla hipótesis sobre cómo fijar la retribución de los
directivos de una empresa, sobre todo sus sueldos variables o bonus, de forma
que se beneficie a los accionistas y se consiga un mayor valor a largo plazo.»
No solo es que no
haya la menor referencia a la contratación precaria, o a los plazos idóneos que
conviene fijar en los contratos por tiempo determinado para que “ganen todos”, sino
que los ejemplos elegidos resultan desconcertantes. Es por lo menos dudoso que
la retribución fija o variable de un funcionario de prisiones establezca una
diferencia significativa para la ganancia de “todos”, si en el “todos” se incluye
también a los reclusos. De otro lado, a muchos no nos cabe ninguna duda sobre
si es preferible la gestión pública o privada de un hospital: queremos una sanidad
pública de calidad, y el hecho de que haya hospitales privados con clientes
privados bien o mal gestionados nos resulta enteramente inverosímil.
En cuanto a la
retribución de los directivos de una empresa, “sobre todo sus sueldos
variables o bonus”, Hart y Holmström harían bien en discutirla a fondo con el
tribunal que está examinando el asunto de las tarjetas black en Bankia. Porque
de eso, a fin de cuentas, se trataba, para Blesa como para Rato.
El premio otorgado
por el Banco de Suecia se explica dados sus propios objetivos y sus fuentes –
las reconocidas y las ocultas – de financiación. No se debería llamar “Nobel” a
una basura de ese tipo, por más que el prestigio internacional de la Fundación
Nobel y la Academia sueca no siempre haya sabido mantenerse inmaculado. Lo
esencial es que ni la una ni la otra tienen nada que ver con los fautores de
este premio a la Economía con mayúscula, y que está feo entrado ya el siglo XXI
que nos sigan dando año tras año gato por liebre en este tema particularmente
doloroso.