martes, 4 de octubre de 2016

ROMPER ESPAÑA, Y OTROS TRABAJOS MANUALES


El compañero Javier Fernández se ha estrenado al frente de la gestora del PSOE con unas declaraciones a la cadena SER, y, tal vez para quitar hierro a las incertidumbres acerca del inicio de una nueva etapa de su partido, se ha apresurado en exceso a volver por donde solía. Me refiero a la enumeración de las tres posibilidades de posicionamiento de su partido. En su opinión abiertamente manifestada ante los micrófonos, sería menos malo un gobierno del PP en minoría, que un gobierno de Rajoy en mayoría, corolario casi forzoso de unas terceras elecciones.
Detengámonos un momento en la disyuntiva. ¿Tiene sentido la distinción entre “gobierno del PP” y “gobierno de Rajoy”, hecha por el líder socialista circunstancial? Es decir, ¿va a poner el maltrecho PSOE lo que debe ponerse encima de la mesa para que la abstención parlamentaria no sea en favor de Mariano sino de otro candidato a la investidura? ¿O seguimos haciendo brindis al sol? Y en todo caso, como el PP ya tiene mayoría en el Senado, el no alcanzarla en el Congreso resultará un inconveniente menor, habida cuenta de la tendencia irrefrenable de los poderes ejecutivos a prescindir en sus decisiones del engorro de los debates en las cámaras legislativas.
No es esa, sin embargo, la mayor flaqueza de la argumentación de Fernández. Lo peor es su apreciación de que cualquiera de las dos opciones citadas es menos mala que una tercera eventualidad, la de un gobierno del PSOE apoyado por Podemos y los independentistas. La razón es cristalina: «No se puede pactar con quienes quieren romper el país», ha sentenciado.
Este es uno de esos casos en los que la fuerza del cliché anula el razonamiento. Si aceptamos la imposibilidad de pactar con fuerzas cuya intención última recelamos que es la de romper España, ya hemos roto de antemano España en dos: aquella con la que es posible pactar, y aquella con la que no.
Josep Borrell dio la réplica al argumento en “El Intermedio”. Si hay un 48% de opinión catalana en favor de la secesión, ¿puede ser el mejor remedio – o el menos malo, tanto me da que me da lo mismo – cortar los puentes del diálogo con ellos? Y queda el caso de Podemos y sus aliados, con una fuerza parlamentaria consistente y una conducta política en ciudades y en autonomías que solo un proceso paranoide de intenciones puede calificar como de rompedora del país. ¿Qué unidad de España es la que se quiere preservar al vetarles para cualquier pacto? O expresado de otro modo, ¿la unidad de qué España?
En su abnegada lucha por salvar la unidad del país, el comité federal ha empezado por romper el PSOE en dos. Buen principio. ¿Qué otros trabajos manuales van a ser necesarios en pro de la armonía, el consenso, la pacificación de los ánimos y la sutura de las heridas dolorosamente abiertas? Aguardamos con expectación las próximas entregas de este apasionante serial.