martes, 25 de octubre de 2016

DEMONIZACIONES


«Cuánto tiempo gastado en demonizar a unos y a otros.» Son palabras de Patxi López en el comité federal del PSOE, según las transcribe elpais. Podía haber dicho “tiempo perdido” en lugar de “tiempo gastado”, pero los dos conceptos no son idénticos. Quizás Patxi no se ha dado cuenta de que el tiempo gastado en demonizar a un rival político, ya esté en la derecha (Mariano Rajoy), en la izquierda (Pablo Iglesias) o en el cogollito mismo de la institución demonizadora (Pedro Sánchez), es tiempo bien empleado. Puesto que “todo es según el color del cristal con que se mira”, conviene extremar la coloración de los tintes que se aplican al cristal a través del cual se pretende que todos miren.
Para poner otro ejemplo de lo mismo, José Álvarez Junco, catedrático emérito de Historia contemporánea, utiliza la tribuna del mismo ejemplar de elpais para dar una lección magistral sobre la libertad. Una lección ciertamente anacrónica porque se basa en las ideas de John Stuart Mill, y eso, en las circunstancias actuales, es como analizar la eficacia táctica en combate de los elefantes de Aníbal. El quid de la cuestión consiste en que el ilustre historiador afea la conducta de Pablo Iglesias por no aceptar, desde la discrepancia pero con fair play, la libertad de expresión de González y Cebrián en la Autónoma madrileña.
Ya se ha comentado suficientemente en estas páginas el incidente en cuestión, pero no deja de sorprender que un sedicente liberal siga arrojando piedras en la misma dirección consuetudinaria, y omita, o silencie deliberadamente, la feroz asimetría que padece la información en una sociedad política como la española actual, debido a la rígida unilateralidad con la que se encauza la opinión en una dirección determinada. Álvarez Junco se expresa desde la tribuna de un medio de prensa en el que se ha despedido a periodistas por el pecado de opinar de forma distinta del señorito. ¿A qué señorito me refiero? A Juan Luis Cebrián, por supuesto, personalmente en persona.
Convertir en víctima de la libertad a quien la entiende con esas restricciones en su propia casa, o es cinismo o es hipocresía; no hay tercera opción, tertium non datur, porque mal puede alegar ignorancia un profesional de la historia contemporánea de nuestro país.
El comentario sobre el asunto daría para bastante más de sí; concretando, para una reflexión general sobre el papel que deben jugar los medios de información y de opinión en una democracia digna de ese nombre. Es decir, sobre la contradicción entre la propiedad privada y la función pública de los medios de información; y sobre la dejación de sus responsabilidades en esta cuestión (¡como en tantas otras!) por parte del Estado. Un Estado que debería ser garante último de la pluralidad y controlador imparcial de la calidad de la información y la opinión suministradas por los medios, y que en lugar de eso hace dejación total de sus responsabilidades en relación con el bien común, e imita al coñac de las botellas del lorquiano romance de la guardia civil, en lo de disfrazarse de noviembre.
Pero el profesor Álvarez Junco, que predica la libertad de expresión desde la alta tribuna del primer medio en audiencia del país, no se inmuta por tan poco. Lo que le da grima es el respaldo de Iglesias a los boicoteadores de la Autónoma. ¿Qué habría dicho Stuart Mill sobre semejante barbaridad?